Reportaje de Gonzalo Bueno
Cuando el motociclismo se lleva en la sangre es apenas natural que se transmita de generación en generación como una herencia genética ineludible. Sabemos que los genes recesivos a veces hacen de las suyas, pero en mi caso, todos mis hijos mantienen el gusto por las motos. Pocas veces, sin embargo, se tiene la oportunidad de juntar la prole, casi en su totalidad, para con estos descendientes hacer un viajecito en moto, corto más espectacular. Al finalizar el mes de Julio vino a visitarnos mi hijo Mateo (vive actualmente en San Francisco, USA) y fue él quien empezó a promover, desde mucho antes de llegar, la idea de una salida en moto que combinara algo de la zona rural colombiana que tanto extraña viviendo en el norte. Mis hijas, Catalina y María José, no querían perderse una oportunidad como ésta, no solo para poder compartir con su hermano el poco tiempo en que él nos visitaba, sino porque oyendo como eran los planes que hicimos y que pensábamos visitar el Parque Nacional Natural de los Nevados y la Zona Cafetera, sabían que la salida a esa región es imperdible pues es una belleza. Lucas Nieto, el novio de Cata, apresuró la compra de una moto de buen cilindraje que cumpliera y sirviera para acompañarnos. Igualmente Gabriela, mi señora, se entusiasmó con el viaje. Para completar, mi amigo de infancia Rafael Ibarra y su esposa Claudia desde que me oyeron el cuento de este viaje, estaban también muy prontos a salir con nosotros. A pesar de que sus tres hijos, Pablo José, Ana Cristina y María y aún Juliana Vargas, la novia de Pablo J., son moteros al 100%, no tenían forma de organizarse en otras motos, pero decidieron acompañarnos en un campero para no perderse el viaje. En un paseo de este estilo, un carro acompañante es un soporte excelente. No es solo la seguridad que brinda tenerlos cerca en caso de cualquier eventualidad. También en el campero cargaban ellos algo del equipaje que “pesa” demasiado en las motos, herramientas, líquidos, etc. Sin embargo, no sobra aclarar que todos se turnaron como copilotos en la moto de Rafael para integrarse, sentir y experimentar lo que fue la esencia motoquera de esta salida.
Así las cosas, para el puente del 20 de Julio estábamos todos listos, en familia, preparados para salir con 4 motos y un carro acompañante, a intentar verle una sonrisa al Nevado del Ruiz o a su fumarola, que como todos sabemos son bien esquivos la mayor parte del año, se esconden bajo muchas nubes y no se dejan observar. Confieso, con algo de desilusión, que en tres oportunidades he visitado estos parajes y a pesar de saberse uno en las estribaciones, al borde del nevado, este no se deja ver ni un poquito… Siempre me propongo volver en Enero ó Febrero que son los meses claves en los cuales se deben visitar nuestros páramos y nevados, pues el clima es seco, de cielo limpio y poca nubosidad. La primera jornada fue de aproximación al parque. Bajamos al valle del Magdalena por Cambao, pasando y recordando el desaparecido Armero y de ahí fuimos a Líbano, Tolima. En el segundo día escalamos la cordillera central rumbo a Murillo y posteriormente subimos por una carretera destapada muy especial, pintoresca, con 40 Kms en alta montaña y poco tráfico, hasta el retén-refugio que controla la entrada del Ruiz. Hoy en día no se puede entrar más allá ó intentar llegar a la nieve, en vehículo propio y menos aún, en motos. Desde este sitio solo se puede continuar en los transportes colectivos de Parques Nacionales, que ellos mismos administran. El problema es que el “tour” que ofrecen intenta ser lo más completo, didáctico y complaciente con los turistas, comenzando con una conferencia que habla del parque y rememora la tragedia de Armero. Me parece muy interesante que los PNN se interesen en ofrecer estos servicios a los visitantes, pero siendo así, el tour se demora de 3 a 4 horas con sus paradas y sus largas esperas, lo cual lo hace inviable para viajeros de paso, como nosotros. Adicionalmente, estaba empezando a llover, nos encontrábamos a 4.100 msnm, bastante frío por cierto y aún nos faltaban otros 40 kms por terreno destapado para llegar hasta Manizales. A esto súmele otros 90 kms más de asfalto para llegar a nuestro destino del día: Salento. Por tanto, “Adieu, mon Ruiz, au revoir” nos fuimos de sus faldas sin verlo nuevamente!!
Salento es un pueblo ya muy famoso, con mucho turismo nacional y extranjero que vienen a sus parajes a disfrutar de unos paisajes de montaña, ríos y quebradas, bosques de palma de cera y cultivos de café. Es la entrada del también famoso Valle de Cocora y ese flujo de turistas le ha venido forjando una personalidad sui generis. Muchos restaurantes de comida criolla, por supuesto, pero también muchos más de comida internacional. Almacenes de artesanías, de arte, de baratijas ó “souvenirs” de las más recónditas procedencias (no faltan las artesanías ecuatorianas o peruanas y chucherías chinas). Algunos extranjeros, viajantes del mundo sin compromisos ni afanes, deciden quedarse y atienden restaurantes o negocios. Y no son pocos los nativos, salentinos, que ya hablan buen inglés o por lo menos se defienden y se comunican bien, con el flujo creciente de visitantes foráneos. En ese mar de turistas y actividades no era fácil encontrarse con un par de amigos de Mateo, sin la ayuda de la comunicación celular. Sin embargo, sin proponérnoslo nos cruzamos un par de veces con Rafael, (otro Rafa) un español y su novia americana Michelle, quienes vinieron de San Francisco y en pocos días le sacaron jugo al país, visitando Bogotá, Anapoima, Cartagena, San Andrés y Providencia y la zona cafetera. Difícil entender como en tan poco tiempo habían paseado tanto!!
La tercera jornada nuestra fue de 120 kms de solo tierra… Cero asfalto!! Desde Salento sale una carretera veredal hasta Ibagué, que va paralela a la muy conocida carretera de La Línea, que comunica a Armenia con la ciudad musical. Incluso, en algunos parajes uno puede ver, al fondo de otras montañas, el despelote del tráfico de carros, buses y camiones que circulan por la otra vía. Y se siente una alegría enorme de NO estar allá, pues ésta ruta, la que usamos, es una carretera muy sola, para conducir tranquilo y disfrutar de hermosos paisajes. En la mitad del camino se encuentra el pueblo (?) llamado Toche (realmente es un asentamiento de 15 casas como máximo y dos calles…). Pero es un lugar de obligado descanso e hidratación. Camino a Ibagué bordeamos dos cerros importantes y majestuosos, pero también esquivos a dejarse ver de lleno en ésta época: El Volcán Machín, que mantiene una moderada pero peligrosa actividad y el Nevado del Tolima… Los vulcanólogos dicen que cualquiera de estos dos gigantes puede despertar en el momento menos esperado y hacerle un grave daño a la población de sus laderas. Hay campañas de información para los residentes de la zona, enseñan y señalizan vías de escape y evacuación, etc.
Después de una noche de descanso en Ibagué, el lunes festivo nos sorprendió con los desfiles patrios de las Fuerzas Armadas por las calles céntricas de la capital del Tolima. El regreso a la capital en final de puente siempre es un poco agitado. Pero, como es de rigor, no pueden faltar las paradas para comer los quesillos, un par de avenas frías, las achiras y la famosa lechona en El Espinal. Es apenas una “tanqueada” gourmet que sirve para enfrentar el tráfico trabado de la llegada a casa….
Que bueno dejarlo en la historia en anecdota y video! Un abrazo Gonza.
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El video es el producto de esas tomas compartidas por todos, de las dos familias, y por la buena producción tuya y la participación / colaboracion de Cata. Gracias, hijos !!
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Que buen paseo Partner, y en familia se goza el doble…le luce la moto nueva…la producción musicalización, etc etc de óptima calidad, se ve la mano de la negra en el tema!!! un abrazo
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Partner, Gracias por la nota, pero le falló el análisis. Esta vez no fue La Negra sino los hijos, Mateo y Cata los que le metieron mano a la produccion y a la musica. Pero de Gaba ya viene otro video en camino, del viaje a Brasil.
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Gonza…que buen artículo y lo más importante de todo el haber podido disfrutar y compartir esta inolvidable experiencia en familia!! Un abrazo para los compañeros de viaje
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