Circulo Polar # 18: Llegando a San Francisco

Reportaje de Gonzalo Bueno

 

El descenso por Oregón a California tiene unos tramos largos, muy calientes y monótonos, pero cuando buscábamos las carreteras intermedias mejoraba mucho el asunto.

Pasamos por unos lagos y ríos cristalinos, de aguas muy limpias. Ya para estas latitudes  tenemos una una temperatura ardiente de  35ºC que invitaban a ponerse un “chingue” y hacer paseo de olla a la orilla…  Sin embargo, a pesar de ese calorcito, California ofrece tambien el espectáculo de sus montañas nevadas, como el monte Trinity.

Nos desviamos después un buen trecho para buscar el Valle de Napa y sus viñedos.

Al llegar a la ciudad misma, Napa, nos encontramos con un sorpresivo desfile, de aquellos que son muy comunes en todas las ciudades y pueblos norteamericanos en el día de la independencia, el 4 de Julio.

Aunque era realmente un desfile pobre, de pueblo chico, nos lo gozamos mucho. Salían en orden todos los grandes comerciantes y  personajes importantes del pueblo,  aquellos que se inscribieron y pagaron previamente.

En la tarde, continuamos a San Francisco. Es absurda la forma como cambia nuevamente la temperatura y se enfría al aproximarse al mar.  San  Francisco tiene muy pocos cambios entre el  invierno y el verano. De dia hace calor y en la noche refresca mucho, haciendo algo de frío. Nos encontramos con un amigo de infancia y colegio, Raúl Jiménez, quien había salido un mes antes que nosotros en su moto desde Bogotá y viene viajando desde Panamá solo y sin afanes…  Hicimos una buena comida como se debe hacer en cualquier encuentro de viajeros, con un buen vino de ls región y muchos cuentos de lo vivido por cada uno.  En la noche nos fuimos a ver los fuegos artificiales en la bahía, que aunque muy bonitos y coordinados, pues salen simultáneamente las mismas figuras y programación en dos sitios distintos, no nos descrestaron  mayormente.

El resto de la semana hemos estado turistiando en esta belleza de ciudad. El tranvía, cable-car, y los buses estilo  “trolley”, de los que tambien tuvimos en Bogotá hace algún tiempo ya nos son familiares. Algunas compritas y una caminadera diaria que no se compadece con el merecido descanso que soñamos


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