Reportaje de Julio Gomez
Nos despertamos esta mañana con ganas de ganarle a Josh Tenge ( en.wikipedia.org/wiki/Sandboarding?wasRedirected=true ).
Nos despedimos de nuestros nuevos amigos Venezolanos Alfonso y Carla, porque ellos querían arrancar temprano hacia Nazca y nos montamos en el buggie que nos llevaría a las dunas.

Fuimos súper preparados: pantalones de moto, botas, casco, cámaras Drift y GoPro, bloqueador, agüita… Tan preparados que nos tocó devolvernos, porque no llevábamos plata para pagar la entrada al desierto. Acá en Lima toca pagar hasta para ir a misa.
Ahora si íbamos listos.

Nuestro conductor apenas entra a las dunas empieza a conducir esa vaina cual bus bogotano, por la carrera 7a y en plena «guerra del centavo». Todos gritábamos y levantábamos las manos como si fueramos en una montaña rusa, pero con la diferencia de que no íbamos en rieles matemáticamente diseñados, y por lo tanto no teníamos la plena seguridad de que en la siguiente maniobra no se fuera a volcar.
Luego le preguntamos a nuestro conductor si alguna vez habia tenido un accidente, pero para nuestra tranquilidad dijo que llevaba 11 años manejando, sin uno solo. Aunque nos contó que era muy frecuente que eso pasara. Peru no deja de ser un país hermano, del 3er. Mundo, así que si van a venir a Huacachina, vayan mejor al Huacachinero (http://www.elhuacachinero.com/).
Luego hicimos sandboard. Nuestros conocimientos no alcanzaron para romper récords mundiales, pero nos divertimos de lo lindo.

Esteban desafió su miedo a las alturas y se tiró parado en la tabla por pendientes de 45 grados y de 100mts de largo y Andrea bajo a 40km/h, eso si, con los codos bien dentro de la tabla para no lijarlos contra las dunas.
De nuevo, vimos la ventaja de nuestro conductor experto, que nos daba consejos para no caer de la tabla o quemarnos con la arena, y nos recogía en puntos estratégicos para no tener que devolvernos caminando.
Ya en el hotel habiamos planeado bajarnos de los Buggies y subirnos de una en las motos. Ilusos.
Nos bajamos de los Buggies directo a las duchas, no sin antes escurrirnos, cada uno, un par de litros de arena de entre los calzones. Aun en Cusco, después de Machu Picchu, me salía arena de los pantalones de moto. Ya ahora si listos, bonitos y perfumados, nos montamos en las motos para salir a Nazca.

Nuestro amigo el viento volvió a visitarnos, pero solo nos causó problemas cuando quisimos sobrepasar a un bus que iba a 120km/h. Llegamos a Nazca muy tarde y nos tocó conformarnos con ver las líneas desde el andamio que mandó a construir Maria Reiche de su bolsillo.

Igual, afortunadamente no lo hicimos en avioneta, porque como ya nos lo había advertido Pedro, la tarde no era buen momento, porque se veía menos y el viento era mas fuerte.

Previamente habíamos cuadrado con Alfonso y Carla vernos en el hotel, y como no sabíamos que tal era, nos advirtieron que si no veíamos la moto de ellos saliéramos corriendo al Casa Andina. Llegamos y no vimos la moto, pero si vimos un cartel en la puerta que nos dió el mejor recibimiento hasta ahora: «Colombia welcome. Esteban y Camila. Julio y Andrea». Una alfombra roja es un pedazo de trapo sucio al lado de esto.
Ya parqueando, vimos que en el hotel se estaba quedando otro viajero en moto.

Un tipo de unos 50 años salió a saludarnos dueño de una Transalp con tanque modificado y un protector de la quilla que parecia recortado de un tanque de guerra, construido por el mismo. Tenia un papá pitufo pegado al guardabarros delantero y una letras en vinilo adhesivo pegadas al tanque que decían «El Alemán». Nos contó que le hizo falta pegarle la palabra «loco».
Tengo que decir que El Alemán era un personaje? Venia del sur desde Santiago, y en el camino de San Pedro de Atacama a Uyuni el papa pitufo ni chistó. Nos dió buenos datos del camino que nos faltaba y nos mostró fotos de su viaje.
Luego llegó al hotel otro personaje: Edmilson. Un brasileño que los Venezolanos conocieron en el camino. Un viajero que llevaba 4 años y 4 meses viajando por Sur America, y al que aun le faltan 8 meses más de camino y todo en bicicleta!. Si alguien está pensando en este momento, «ese tipo debe tener mucha plata para viajar por 5 años», dejenme decirles que si y no.
Su viaje completo lo tiene presupuestado en 25.000 dólares, pero sacando los cálculos nos dió U$4.3 por día. Barato? Si y no. Nos invitó a ver su bicicleta, y esperábamos encontrarnos una buena cicla, con un par de alforjas, al menos. Pues nos encontramos con algo no mucho mas que una bici «panadera» (las que se usan para repartir pan en ciertas regiones). En su parte de atrás llevaba la bandera de Brasil y en una parrilla unas cuerdas que amarraban elementos de camping, unas cobijas color pastel, un maletín a cuadros, un par de llantas y una bolsa con 3 panes que serían la comida de Edmilson para esa noche.
Iba por Sur America sin preocuparse por la plata y ni siquiera por su bici, lo unico que tenia. Nos contaba que el dejaba la bicicleta en cualquier lado, por ahí, y nunca le habían robado. Yo creo que si alguien se acercaba con malas intenciones, al ver las condiciones en las que viajaba, mas bien le compraba una botella de agua y se la dejaba en el asiento.
En 20 minutos que hablamos nos enseñó muchas cosas de la vida. Que buen tipo.
Ya al final del día salimos a comer algo al pueblo acompañados por El Alemán. Entre historias de El Aleman Loco, un ají de gallina que mas parecía ají de papa y un pollo Hawaiano con medio litro de salsa de tomate encima, terminó este suculento día que perfectamente podría dar para escribir un blog completo para el solito.
