Reportaje de Gonzalo Bueno
Despues de la odisea de enterradas en arena y el rescate por parte del ejercito nacional, relatadas en la crónica anterior, llegamos a un playón del Orinoco, a la altura de los raudales de Mesitas, muy próximos ya al famoso y tan codiciado parque del Tuparro.
Esa tarde nos compenetramos con el río haciendo un buen recorrido por estos rápidos, tomando con algún temor un refrescante baño y procediendo ya a oscuras a armar las carpas, hamacas y toldillos para pasar la noche en sus orillas. Los zancudos en esta región son bravos… pero dormir en una carpa sobre un arenal caliente, sin recibir viento, tambien es una experiencia dura. Realmente lo mejor es el uso de hamaca con toldillo. En la noche compartimos toda clase de «porquerás» enlatadas, a modo de cena: mejillones con galletas, paté, salchichas, frutas en su jugo, etc. No hubo una epidemia grave de diarreas, tal vez porque no compartimos esas intimidades y cada cual manejó lo suyo !! Sin embargo, el diálogo compartido rodeados de carpitas turismeras de cachacos bogotanos, con el Rio Orinoco pasando plácidamente y reflejando destellos de luna menguante, nuestro guía Rousvelt y sus lancheros durmiendo sobre la playa encima de unos plasticos, nos dieron una extraordinaria y agradable velada. Mucho antes del amanecer, desde las 4:30 AM comenzamos la jornada desbaratando el campamento. Por ello, como llegamos ya tarde en la noche y salimos muy temprano, no hay casi fotos de las carpas y el maravilloso sitio. En el agite de la madrugada Javier nos reportó que Clarita había pasado una noche espantosa y que ellos se devolverían a Puerto Carreño enseguida. El dengue la tenía desesperada, con fiebres, decaimento, dolor de huesos… No estaba para nada fácil sobrellevar un dengue en las condiciones de campo en las que nos encontrábamos. Les deseamos suerte y partimos…
Inicialmente en los vehículos hicimos un trayecto adicional hasta un lugar denominado Garcitas. Este es un pequeño cacerío de no mas de 15 casas, que fue la sede principal del famoso «Negro Acacio», un estratega de las FARC. Hoy en día el sinistro personaje está muerto y su antigua sede es como un pueblo fantasma, las casas abandonadas, ya sin puertas ni ventanas. Estratégicamente le quedaba muy fácil a este grupo guerrillero, en caso de acosos serios por parte de la fuerzas militares, cruzar el Rio Orinoco y camuflarse en Venezuela. Desde ahí coordinaban salida de droga y entrada de armas, según nos informan quienes hoy habitan el lugar. En Garcitas tomamos dos lanchas para subir por el Rio hasta nuestro objetivo final.
El Orinoco es muy calmado y en esta época del año, extraordinariamente limpio !! El agua es transparente, límpida. Sin embargo, los lancheros nos atemorizaban mucho con las prevenciones de los «bichos» que hay en él. Se encuentran temblones (angulias), rayas, caribes ó pirañas, etc. No era fácil evitar la tentación de un chapuzón, así fuera rápido, pues el sol golpeaba inclemente y la temperatura estaba entre los 38°C y los 42°C. Fueron un par de horas de camino y finalmente llegamos a la sede principal, turística y hotelera del Parque Nal del Tuparro !!
La «sede», como pueden ver, esta a punto de derrumbarse y requiere una mano urgente. Sin mucho preámbulo, comenzamos una corta caminata ecológica dirigiendonos hacia los Raudales de Maypure. Estos consisten en unos tres kilometros donde el Orinoco se encajona sobre un manto de rocas volcánicas, formando unos rápidos y unas corrientes que contrastan mucho con la calma que lleva en los otros sectores.
Esto era lo que veníamos a buscar !! Fue aquí mismo donde el aventurero mayor, Alexander Von Humboldt, maravillado, declaró que esta era la octava maravilla del mundo !!
Esta ballena petrificada descresta a mas de uno….
Al cabo de un rato y despues de otro corto baño en los «chorros», salimos a remontar el Rio Tuparro. Es tambien un río bastante cristalino y poco (ó nada) contaminado, que invita a la pesca, al «paseo de olla» y al chapuzón…
Finalmente, comenzamos el regreso. A recoger nuestros pasos, primero rumbo nuevamente a Puerto Carreño, pasando nuevamente por Garcitas. El esfuerzo y el sueñito acumulado por la madrugada, mas las horas de sol en estas lanchas nos fueron menguando fuerzas y poco a poco fueron cayendo los viejitos en los brazos de Morfeo….
Al llegar nuevamente a Garcitas, con nuestra lancha medio varada, nos encontramos con la agradable sorpresa de que Javier se había perdido y en vez de llegar a Carreño, llegó exactamente a donde estábamos nosotros. Su despiste fue grande y prefirió entonces esperar en Garcitas nuestro retorno. Así quedamos mas mas tranquilos de poder regresar juntos por si acaso se presentaba una nueva enterrada y/o varada ….
Gonzalo