La jornada de hoy fue una de aquellas etapas de transicion sabrosas. Aunque tuvimos que madrugarle en Rimouski al ferry que nos atravesó el Rio San Lorenzo para dejarnos en Forestville, ya en la Peninsula del Labrador. De ahi nos descolgamos rumbo suroeste, por la margen norte del mencionado rio, sobre una carretera de paisajes muy especiales. El Rio San Lorenzo es bastante grande y ancho, dando al viajante la sensacion de estar al lado del mar. Este camino es conocido como la «Ruta de la ballenas» y aunque en el ferry mas de uno estaba pendiente de los famosos cetáceos, los muy mugrosos no se dejaron ver por los Viajeros del Sur….
En el camino se le aparecen al caminante unos pueblos pequeños con mucho sabor. En uno de ellos, La Mallbaie, nos metimos a explorar sus callecitas y encontramos un delicioso «corrientazo» de almuerzo en el famoso «Café – Chez Irène». Bueno… famoso porque se publicó alguna vez un articulo en periódico local y lo cuelgan enmarcado en la pared. Atendidos por la propia Iréne nos tomamos una sopa de verduras, croissant con delicias adentro, papas fritas y para cerran un «gateaux de chocolat» y un «café au lait» cremosos y espectacular serviido en un tazon enorme tazón al estilo de la aguapanela paisa..
A la ciudad de Quebec llegamos relativamente temprano en la tarde, lo cual nos permitio darle una buena mirada en moto, pero definitivamente, al conocer la ciudad vieja vimos que lo mejor es caminarla. Nos metimos en un hotelito del centro de la ciudad, guardamos las motos y «a turistiar se dijo…»
La ciudad nos tiene encantados. Las calles son tan estrechas y los parqueaderos tan escasos que practicamente no se ven carros. Su arraigo frances es indescriptible. Mucha gente ni sabe ni quiere aprender a hablar ingles. Las casas y edificios viejos, las tiendas de cachivaches, las flores que aun se resisten al otoño y permanecen en parques y apartamentos de familias que no abandonan la «haute ville», le dan un ambiente europeo, muy parisino. Este ultimo detalle, lo de la gente que aun vive en el centro, es muy especial. Ver que aun los niños «juegan en la calle» le da su toque distintivo.
Hoy nos vamos para Georgeville, pueblo que ni sale en mapas, vecino a Magog y ya muy cerca de frontera a USA. Alla nos esperan los padres de Pete, el jefe de Mateo.
Que chevere toda la experiencia, que buenas fotos y me imagino las charlas con whiskey y vino a bordo. La experiencia completa!!
Me gustaMe gusta