Chile – Argentina – Ruta 40, Vinos y Viñedos
Reportaje de Gonzalo Bueno
Fotografia: Pedro Sosnitsky, Juanita Torres, Gabriela Forero
Nunca antes, en mis cortos cincuenta y pico de años como motero, había tomado la decisión de hacer un viaje largo en tan poco tiempo, tan rápido. Para viajes nacionales por lugares o carreteras desconocidas, al menos me tomo un mes analizando las rutas cuando soy yo el que organiza. Para viajes internacionales, mínimo son 3 o 4 meses. En esta oportunidad yo no era el que organizaba. Nuestros compañeros Viajeros del Sur, Pedro y Juanita nos manifestaron la intención de hacer de nuevo un paseíto juntos, las dos parejas. Ellos se encargarían de la organizada. Una salida a la Zona Cafetera, podría ser… ¡Algo sencillo, simple!!
Así empezó todo. Pero estando en éstas conversaciones, en pocos días Pedro armó una ruta espectacular saliendo de Santiago, en Chile, cruzando a Mendoza y desde allí hacer parte de la famosa Ruta 40, al norte de Argentina. Ellos ya habían recorrido buena parte de éste territorio en distintas oportunidades y Pedro tenía muy claro cuáles eran los destinos “imperdibles”. Como es sabido, ésta es una región muy linda, especial, en la esquina noroccidental de Argentina. Bordeando la cordillera de los Andes por tierras de viñedos, con enormes parques naturales y paisajes que deleitan y entusiasman grandemente el espíritu de los viajeros en moto. Como nos gusta. ¡Nada que ver con un paseíto de 3 días a la Zona Cafetera!! En éste recorrido lo mínimo serían unos 21 días. Con todos los enredos y costos adicionales implicados en un viaje así: tiquetes internacionales, alquiler de motos, hoteles, etc. etc.
¿Y cuándo es la salida? Ya!! Decidimos con Gabriela darnos este gusto, porque la propuesta era demasiado tentadora… La verdad es que los que me conocen y han leído éstas crónicas, saben muy bien que nosotros NO es que seamos personas muy difíciles de convencer, cuando de emprender una aventura de este tenor se trata…. Y si el viaje involucra carreteras/regiones que no conocemos, en otros países, con una biodiversidad que trasciende, con más veras se ilusionan estos pensionados. En 10 días cuadramos todo y salimos a Santiago el viernes 7 de Marzo. Aunque aquí hablo en plural, “cuadramos” no es que sea una expresión equitativa y justa. Pedro determinó toda la ruta, los horarios de viaje, tiempos de cada etapa, kilómetros a recorrer, hoteles, visitas turísticas, parques naturales, viñedos, el importantísimo detalle de determinar el reabastecimiento de combustible, pues hay tramos muy extensos a los que hay que llegar con el tanque lleno, para no quedar varados en medio de la nada. Nosotros, Gabriela y yo, solo “colaboramos” con lo mínimo básico que nos correspondía: Tiquetes aéreos y alquiler de la moto que nosotros usaríamos.

Ese fin de semana en Santiago fue muy familiar, en medio del turismo tradicional, pues era la primera vez de Gabriela en Chile. Nos reunimos primero con Ana María, mi sobrina que estaba en el proceso de mudar su trabajo a Chile y vivir con su pareja, Daniel, médico chileno. En la noche del viernes mi compañero de colegio, Luis Fernando Hoyos y su Sra Liliana, nos invitaron a comer en un restaurante delicioso, con degustaciones muy típicas y tradicionales de la comida chilena, acompañadas de pisco y vinos. Como pueden ver, desde el primer día comenzó el tour de los vinos y viñedos.

El sábado 8 de marzo Daniel y sus hijos, con Ana María, nos tenían programada una salida en el camino a Valparaíso, para ir a visitar un viñedo llamado Viña Matetic. Fuimos en una sola camioneta/van para todos, de tal manera que no habría preocupaciones por las degustaciones y catas de los diferentes vinos que producen allá. Muy lindo lugar y como es común en estas visitas, los viñedos se han encargado de tener una excelente cocina/restaurante para ofrecer a los visitantes un almuerzo muy sabroso.

En la noche, los 4 Viajeros del Sur departimos con Ana Maria y Daniel un particular y delicioso asado, en la terraza de su apartamento, con diferentes tipos de carnes y… cómo no? Otros y otros y más vinos diferentes… Realmente no debería mencionar más esos detalles. ¡Tomamos vino todos los días!! Cuando eran días de jornadas de moto, solo en la noche, claro está. ¡Siempre tratando de aprender un poco de la cultura del vino, aunque fuera solo un poco! Desde ya debo confesar que siento que me tiré la materia. Yo era, antes del viaje, y sigo siendo hoy un ignorante de los vinos. Empezar a diferenciar y aprender de viejo, sin haber crecido o vivido en esa cultura de tomar vino a diario, todo lo que la enología encierra, es tarea de titanes. Primero aprender a diferenciar y distinguir las cepas, Merlot, Pinoir, Carmenere, Cabernet Sauvignon, Shiraz y al menos 50 variedades de uva más (1). A continuación, los olores, aromas, sabores frutales, las notas (fruta rojas o negras, minerales, especias, flores), la acidez, taninos, el cuerpo y colores, el equilibrio en boca… Confieso abiertamente que aun después del viaje, todo este conocimiento me queda grande. ¡Pero se hizo lo que se pudo y no dejé de hacer la tarea (al menos degustando) todos los días!!! Algunos conceptos básicos aprendimos: El “Vino Joven”, es el que pasa directamente de la fermentación en esos tanques gigantes de acero inoxidable al embotellado y los “Vinos Reserva” tienen 12 meses y más de conservación en esas barricas… Fíjense bien, algo se aprende.
- Nota Ilustrativa: Conocimos una variedad autóctona argentina, de la cual sacan un vino blanco muy popular en la región Salteña – Torrontés (así como lo ven, palabra aguda con tilde en la e)

El domingo 9 fue un día de turismo local, visita al centro de Santiago. Tomamos un tour guiado a pie, caminando por sus calles vacías y de poco tráfico en el descanso dominical. Adentrándonos en algunas de sus calles peatonales, observando emblemáticos puntos de interés y recibiendo de nuestro guía las historias correspondientes: Edificio de la Bolsa, Palacio de la Moneda,

Plaza de Armas, Catedral, Plaza de la Constitución, barrio Lastarria, etc. Al caer la tarde fuimos a La Chascona, la famosa casa de Pablo Neruda, hoy museo abierto al público, a conociendo algunos detalles de su vida y obra, en la intimidad de su hogar con Matilde Urrutia y recordando otros. Coleccionador de chucherías, botellas, mascarones, cachivaches de barcos viejos, Neruda murió el 23 de Septiembre de 1973. Allá, en su casa, fue velado bajo mucha tensión por sus ideas opuestas a los militares que habían dado el golpe de estado 12 días atrás.

Gabriela Forero en La Chascona
En la tarde regresamos al hotel a preparar los corotos que saldrían con nosotros de viaje en la moto y acomodar las maletas que se dejarían guardadas en el Hotel hasta nuestro regreso a Santiago. Porque, vale la pena explicar, cuando uno inicia un periplo en otro país debe llevar en el viaje inicial de avión unas maletas muy grandes, aunque no por ello pesadas, que sirvan para acomodar en ellas los cascos, las chaquetas y pantalones de moto, con sus abultadas protecciones, guantes, botas y demás. Todo esto es muy voluminoso. Al iniciar el viaje motero propiamente dicho, toda esa parafernalia la llevamos puesta.

Finalmente, el lunes 10 de marzo nos llegó la hora de partir. Inicialmente nos preparamos desde temprano para recoger las motos alquiladas, en dos lugares y/o compañías diferentes: Pedro y Juanita recogían una elegante BMW 1.300 por un lado, y nosotros separamos una modesta y más pequeña, una Suzuki V-Strom 650 de Condor Gear. Sin embargo, no todo sale tan perfecto como a uno le gustaría que fueran las cosas. En ambos lugares se demoraron en alistarlas y entregar. Las personas que arriendan no tienen los afanes que nosotros manejamos. Faltaban “cositas”. Y además nosotros debíamos acomodarnos o acoplarnos con las naves, conocerlas al menos un poco mejor, instalar también los aparatos extras y personales, como el “car-play” de Pedro o el celular para el Waze, los “bártulos”, esos bolsos que siempre colocamos encima de las maletas laterales metálicas, (donde van abrigo extra, impermeables, algo de comida de emergencia), el tankbag, una pequeña guantera extra sobre el tanque de combustible, el cojín especial de mi señora Gabriela que le cuida su espalda, en fin, todo esto que siempre cargamos en la moto propia con más naturalidad, comodidades que uno no quiere perder. Al mismo tiempo, sentíamos las ansias de arrancar y la presión autoimpuesta de salir lo más temprano posible.

Son demoras inevitables. En el caso de Pedro, les faltaba el topcase . En el caso nuestro le estaban montando unas llantas nuevas que nos daban garantía y tranquilidad. Éste primer día teníamos programados 363 kms hasta Mendoza, con un presupuesto de 6 horas, si el paso fronterizo y los trámites de la Aduana no nos demoraba mucho. ¡Finalmente, conseguimos salir poco después del mediodía y sin almuerzo!
Las primeras sensaciones con mi Suzuki no fueron muy agradables a pesar de sus llantas nuevas. La moto tenía 104.000 kms de recorrido, en múltiples arriendos, por lo que se sentía muy desajustada y trajinada. Así se lo manifesté al arrendador al regresarla. Eso genera una desconfianza enorme, pensando en que nos podría dar muchos dolores de cabeza en carretera, con daños menores o mayores. Afortunadamente no fue así, y solo tuvimos un inconveniente menor que les contaremos más adelante. Las dos motos se porteron muy bien.
Las salidas de todas las capitales son, en general, largas y desapacibles autopistas, por zonas deprimidas o industriales apostadas a los lados. Cuando finalmente se llega al campo, a las zonas rurales, empieza la diversión y el goce. Nos dirigimos al noreste de Santiago y uno va sintiendo como poco a poco vamos subiendo la cordillera de los Andes.

En un par de horas llegamos a un lugar mítico, paraje en el cual la pendiente se va haciendo cada vez mayor. El famoso, (entre muchos automovilistas y camioneros, no solo entre nuestro gremio de moteros), ascenso a la frontera por la “Carretera del Caracol”. Esta una vía de mucho tráfico de carros, motos, camiones pequeños y grandes, cargados con mercancías, tractomulas, etc. Su fuerte inclinación, con curvas super forzadas, hace que manejar la moto cargada y con acompañante requiera de una buena práctica para no caerse tontamente si se detiene, o pierde velocidad. No son pocos los videos que ilustran este problema.

Chilenos y argentinos han hecho un buen acuerdo para agilizar el paso fronterizo. El límite real está en lo alto de la cordillera y éste punto «alto» se cruza por el túnel Cristo Redentor. De esta manera, diseñaron un control migratorio y aduanero binacional de cada lado. Si uno va de Chile a Argentina, no hace ningún trámite del lado chileno y solo va a parar en el control del lado argentino, donde ambos países comparten instalaciones y hacen lo suyo. Sellar la salida de uno, la entrada del otro, permisos de los vehículos para entrar, revisiones, etc. Y viceversa, al regreso de Argentina a Chile, uno solo para del lado chileno. Realmente fue muy ágil el ingreso a la Argentina, presentando, claro está en nuestro caso, una serie de permisos adicionales que hacen los arrendadores de las motos que justifican el ingreso de un vehiculo que no está a nombre suyo.

Salimos de allí, bordeando las estribaciones del Aconcagua, el pico mas alto de los Andes y de América (6,960 msnm). Fuimos descendiendo la cordillera, con buen clima y entusiasmo, hasta llegar a la población de Uspallata. Eran cerca de las 5:00 PM y nos quedaban solo 120 kms para Mendoza; un par de horas, como máximo. Pero los viajes nos dan sorpresas y acá empezaron a aparecer. A la salida de la ciudad el tráfico estaba completamente detenido. Un accidente de colega, motociclista él (qepd), con tractomula, en el interior de un túnel, impedía completamente la circulación y el pronóstico de restauración del flujo vehicular era reservado. Levantamiento de cadáver y procesos legales lentos como en todos los países nuestros.
En cuestión de minutos, desde una camioneta que estaba haciendo las maniobras para retornar a Uspallata, el conductor nos sugirió guiarnos por una ruta alterna
Sin pensarlo dos veces, giramos sobre nuestros pasos y lo seguimos… Como burritos al matadero!! Ignorando la aventura en la que nos estabamos metiendo.

Vale la pena contar que después de haber echo este tramo de aventura, supimos que este camino que ostenta el nombre de La Ruta Provincial 52 , y no es mas que una trocha sin mantenimiento. Fue una de las vías de comunicación más antiguas que recorren el territorio de la provincia de Mendoza. Algunas partes de su trazado datan de los tiempos prehispánicos y con la conquista se convirtió en el Camino Real del Oeste que vinculaba el Atlántico y el Pacífico a través de las pampas y la cordillera…. Pero parece que desde esos tiempos inmemoriales nadie se ocupa de mantenerla….
Los primeros kilómetros saliendo del pueblo de Uspallata fueron muy «normales» como el suburbio de muchas poblaciones ,transcurrieron con una normalidad engañosa. Pero esa efímera sensación de tranquilidad se desvaneció con una rapidez sorprendente; en un abrir y cerrar de ojos, nos encontramos inmersos en un extenso manto de ripio en la cual aún podiamos seguir avanzando con buen ritmo, 60 a 80 km/h, a pesar de la polvareda que levantamos con nuestras ruedas.
A medida que progresábamos en nuestro incierto recorrido y la penumbra de la noche comenzaba a envolver el paisaje, el camino experimentó una transformación preocupante. El ripio relativamente cómodo dio paso a una tortuosa trocha sembrada de piedras sueltas, intercalándose con tramos arenosos que ponían a prueba tanto nuestra pericia como la resistencia de las motos. Para añadir un grado extra de dificultad, esta transformación del terreno se iba produciendo mientras ascendíamos de manera constante por las escarpadas laderas de la cordillera, cada vez más empinadas y desafiantes.
El ya de por sí sombrío panorama se veía acentuado por la ausencia total de cualquier tipo de señalización que nos orientara, la soledad palpable ante la falta de otros vehículos transitando la ruta y la frustrante desconexión con el mundo exterior debido a la inexistencia de señal telefónica en nuestros celulares. El GPS, marcaba la posición con precisión, pero era inútil a la hora de ofrecernos un mapa detallado o indicarnos una ruta clara a través del intrincado laberinto en el que estabamos.
En medio de esa desolación, tuvimos nuestro primer encuentro con un zorro, el primero de muchos que avistaríamos a lo largo del camino. La belleza del animal y la emoción de estos inesperados cruces con la fauna salvaje ofrecen momentos de asombro. Las lechuzas, parecían observarnos como diciendo «¿Y estos qué hacen por aquí a estas horas?». Sin embargo, la fugaz recompensa que suponía un encuentro con la naturaleza se diluía rápidamente ante la abrumadora experiencia general que estábamos viviendo.
Bien saben que a mí, personalmente, me gusta mucho hacer offroad. ¡Pero no en una moto así!! La suspensión de la Suzuki 650 no es la más deseable. Muy bajita, se golpeaba por debajo el protector del cárter y eso nos ponía tensos. Le sonaba TODO. Hacia las 8 o 9 de la noche el cansancio y el frío empezaban a calarnos duramente. ¡Y no se veía por ninguna parte la salida de ese monte!! A medida que las horas avanzaban y el reloj se acercaba a las ocho o nueve de la noche, el cansancio acumulado y el frío penetrante comenzaban a calarnos hasta los huesos. ¡Y la salida de aquel laberíntico monte no se vislumbraba por ninguna parte! El vehículo que inicialmente nos había indicado que siguiéramos aquel camino hacía ya un buen rato que había desaparecido de nuestra vista,
Finalmente, tras alcanzar un punto elevado en la trocha , se abrió ante nuestros ojos una panorámica kilométrica que nos hizo como se dice popularmente volver el alma al cuerpo . A lo lejos, vislumbramos el resplandor de una ciudad, similar a la visión de una gran urbe contemplada desde la ventanilla de un avión en vuelo. Distinguimos las débiles luces urbanas, las siluetas de las avenidas y los puntitos de vehículos en movimiento.
Estábamos muy alto!!! 3.100 metros, (o unos 10.000 pies que es cuando los pilotos avisan a la tripulación que se ha alcanzado una altura segura…..) y la ciudad de Mendoza está a 750 metros sobre el nivel del mar.
Nos habían indicado que ese camino que con tantas dificultades estábamos recorriendo nos llevaría directamente a las Termas de Villavicencio y lógicamente esperábamos encontrar una población de ese nombre, Sin embargo, la realidad resultó ser bastante diferente: las Termas de Villavicencio no eran más que un hotel abandonado y en ruinas desde hacía muchos años y Villavicencio es el nombre de un reserva natural. Las luces que habíamos divisado en la lejanía no pertenecían a ningún pueblo termal, sino a la imponente ciudad de Mendoza.
Y comenzó un peligroso y eterno descenso de 2.350 metros, en 25 kilometros , con 365 curvas desenroscando la cordillera.
Llegamos hacia las 11:00 PM al hotel donde nos esperaban desde las 7 pm.
Desafortunadamente, la cocina ya había cerrado sus puertas, por lo que nuestra cena consistió en las provisiones o “comiso” que habíamos traído en las motos, frugalmente acompañadas por una relajante botella de vino local, mientras compartíamos y comentábamos los incidentes que habían marcado nuestra primera jornada . Lamento profundamente confesar que, en aquellos momentos de tensión y agotamiento, como suele ocurrir en situaciones límite, la idea de tomar fotografías simplemente no cruzó por nuestras mentes.

Fue un duro inicio, que consiguió ablandarnos un poco. El viaje, en general, había sido programado con un mínimo de tramos destapados. Eso decía nuestro guía, El Iluminado. Y los pocos que habían sido programados se trataban de esos “ripios” bien afinados, no trochas como las que vivimos. Pero bien, “eso forma el carácter”, diría mi abuela.
Martes 11 de marzo, desayunamos con calma. Realmente descansamos de la jornada anterior. Procuramos con el hotel el cambio de unos pesos argentinos para los dias que seguían. Mientras llegaban los cambistas, nos pusimos a revisar las motos, algo de ajustes, tornillos sueltos y aceite en mi cadena. Y oh sorpresa! En los agites, sacudidas, vueltas y revueltas de la noche anterior, se le había caído una pesa del timón, un plomo que se coloca en el extremo de cada lado para el balanceo de la dirección. Ni me di cuenta cuando lo perdí, en medio de esa saltadera. Mientras se conduce, el puño izquierdo tapa la visual del hueco y el protector de viento no se descuadró, ni dependía de ese plomo. No lo noté…

Así seguimos, rumbo norte, buscando en ésta segunda jornada llegar, por la Ruta 40, a la ciudad de Villa Unión. Otra jornada media, si no hay sorpresas, de 470 km y un estimado de 6 horas. Salimos un poco más acomodados, pues uno siempre va mejorando la manera de llevar sus pertenencias amarradas a la moto. Esto no quiere decir que a veces no tengamos unos lapsus…. Por ejemplo, cuando se nos cae una de estas maleticas que van sobre las maletas laterales metálicas.

A medio camino, es decir, como puntos intermedios de ésta etapa, pasamos por San Juan y San José de Jáchal. San Juan es una ciudad grande, de medio millón de habitantes aproximadamente y capital de la provincia homónima. Sin visitarla realmente, solo atravesándola de lado a lado por una avenida circunvalar, se ve que es una ciudad pujante. Posteriormente pasamos por San José de Jáchal, una población más pequeña y uno de los puntos de la Ruta 40 de obligatorio abastecimiento de gasolina. Hasta acá ya eran 320 Km. recorridos en este día. Y el camino que seguía de San José a Villa Unión, eran 150 km más. Es un tramo muy largo, sin gasolina. Son zonas montañosas, semideserticas , con grandes salinas, clima semiárido y poca población. Lo que si encontramos, por cantidades, son los famosos badenes, que acá en Colombia llamamos bateas. En nuestra tierra no son tan comunes en carreteras principales. Son esos pasos deprimidos por donde hay una escorrentía de agua, que se crece épocas de lluvia o deshielo. Es una manera de bajarle los costos a la construcción de las carreteras. Los hacen bien hondos y deprimidos evitando hacer el puente correspondiente. Los encontramos en abundancia. Algunas veces secos, otros embarrados y en no pocos casos, llenos de agua. La cuestión es que en éstas carreteras argentinas se vuelven mas peligrosos, en la medida en que uno va circulando por carreteras que son muy planas y rectas. Alzando la vista al horizonte, uno ve la carretera infinita, muy recta, por 20, 30 km y muchas veces mas. Generalmente la velocidad de crucero en carreteras así, rectas y sin tráfico, puede ser de 130 km/h. Pues sucede que éstas depresiones mencionadas no se ven sino cuando uno ya está muy encima. Y en no pocas ocasiones llegamos a ellas más rápido de lo deseado. Afortunadamente, terminamos la jornada sin percances ni resbalones, pero no faltaron susticos de esos que le ponen a uno la piel “arrozuda” …

En Villa Unión nos esperaban unas cabañas muy cómodas, muy agradables, en el Hotel y Viñedo Tres Cruces.


Lugar ideal para dos noches. En nuestro programa, teníamos para el día siguiente visitar el Parque Natural de Talampaya y retornar a Villa Unión. Esa tarde, caminando por el pueblo comenzamos la búsqueda de unos mapas físicos, de papel, de las carreteras de la región. Hoy en día no es fácil encontrarlos. Y claro, la gente se ha venido acostumbrando a consultar en GoogleMaps, seguramente mas actualizados, etc. pero no es lo mismo. Consultar en aquellos mapas grandes, que se abren sobre la mesa tiene su encanto. Y Pedro sabía que desde hace muchos años el Automovil Club Argentino los producía. En Villa Unión no los encontramos.

El miércoles 12 de marzo fue un día relajado, sin dejar de hacer unos pocos kilómetros en las motos. Desayunamos sin afanes y nos dirigimos al parque que está localizado a unos 50 km de nuestro hospedaje. En la provincia de La Rioja, que debe su nombre no al color rojizo de sus tierras sino a que Juan Ramírez de Velasco su fundador era procedente de La Rioja, España, esta localizado éste hermoso parque Nacional de 213.800 hectáreas. Compuesto por tierras y arenales con muchos matices de rojo, semidesértico, con millones de años de erosión por vientos y aguas, se sabe ahora que acunó en el triásico dinosaurios y tortugas. Hoy su atractivo principal es recorrer el lecho del rio Talampaya , un cañón inmenso, con paredes de hasta 150 metros de altura. Tuvimos el privilegio de divisar en la cima de una de esas paredes escultóricas un cóndor andino, algunos guanacos y maras (como una especie de liebres grandes). En sus folletos de presentación hablan de mucha mas fauna, pumas, zorros, águilas y otros animales que desafortunadamente no encontramos o no vimos en nuestra corta visita. Su potencial para la investigación arqueológica y paleontológica ha llevado a Talampaya a ser declarado Patrimonio Cultural y Natural de la humanidad, en compañía de su vecino, Ischigualasto, otro parque natural provincial con el cual colindan y que visitamos en la ruta de regreso. Venir a Talampaya es una visita obligada, muy interesante, desde todo punto de vista.

El Jueves 13 partimos hacia Cafayate. Nuevamente un recorrido responsable, de 574 km. Con decirles que en ésta larga jornada por la Ruta 40 al norte, salimos desde la Provincia de La Rioja y pasamos por tramos de las provincias de Catamarca y Tucumán, para finalmente llegar a la provincia de Salta, donde está la población de Cafayate. En el inicio, en ruta a Chilecito, se sube una sierra muy linda, un camino de curvas y contracurvas hoy en dia asfaltado, la «Cuesta de Miranda», alcanzando elevaciones de hasta 2.000 msnm. Son paisajes de montaña muy atractivos, en una zona de antigua vocación minera, que fueron explotadas por los mismos incas. Hoy en día Chilecito es una población de tamaño medio, con 60.000 habitantes, grande si se compara con los dos únicos centros urbanos mas que encontramos en ésta extensa jornada: Santa Maria, con 13.000 y Belén con 17.000 ambos en Catamarca. Esta ruta nos llevó por las estribaciones del cerro General Belgrano conocido como Nevado de Famatina y también por el cerro La Mejicana, por la mina de oro de ese nombre. Con una altitud de 6200 m s. n. m. , es la montaña extra andina más elevada de America. Esta ruta hacia el norte es cercana al trazado de la famosa carrera Dakar que se corrió en varias oportunidades en éstas geografías desafiantes.

El cruce por Tucumán, en ésta etapa de ida fue tangencial, corto, por una esquina de la provincia. Ya nos desquitaríamos al regreso, cuando pudimos recorrer y conocer mejor el interior de la misma. Al caer la tarde, próximos al destino, empezamos a ver numerosos viñedos característicos de los llamados Valles Calchaquíes, donde se encuentra Cafayate. Son cultivos muy organizados, con casonas de haciendas tradicionales y grandes bodegas, que dan una sensación clara de la grandeza de los emporios vinícolas que han llevado a ésta pequeña población a la fama. Cafayate solo tiene 13,000 habitantes. Y tanto o más que por sus viñedos, la fama que atrae a miles de viajeros como destino turístico, se la ha ganado por su entorno, bellos paisajes y por la gente… La gente en Cafayate es especialmente amable y servicial. El Hotel Villa Vicuña, muy bueno, los lugares para salir a comer, excelentes.

Después de esta larga jornada, el viernes 14 era día de merecido relax, visitar una bodega, intentar arreglar los daños de mi moto, asistir a una de sus famosas peñas y comerse un sabroso “bife de chorizo”, plato que se disfrutó numerosas veces en este periplo.

En la mañana, dejé la moto en un taller localizado exactamente frente al hotel, pues todo el día estaríamos paseando por ahí. Era solo cruzar la calle. Un taller humilde de pueblo, sin mayores instalaciones, atendido por su propietario, único empleado del negocio. Con espíritu de ingeniero, analizó el hueco dejado por la pesa perdida y reburujando en cajones y canastas con toda clase de piezas, fierros, tuercas y tornillos sobrantes de antiguas faenas, apareció lo que necesitábamos. Una pesa similar. Además de los tornillos largos y arandelas, bujes de caucho, etc. que se requerían. Con mucha calma la midió, la analizó sobre el terreno y me dijo que lo tendría listo en la tarde. Que tenía que meterle torno y moldearla para que casara exactamente en el lugar. Dicho y hecho. En la tarde ya tenía un arreglo perfecto. Y lo mejor, la cuenta. Cuanto le debo, amigo? No…. A voluntad!! Ese es el vivo reflejo de la gente en esta región. Maravillosa!….

Pero… Siempre hay un pero… Como decíamos más arriba, a veces las cosas no salen como uno quisiera o las imagina. Escogimos como viñedo para visitar la Bodega PIATELLI y NO nos fue tan bien como deseábamos. La casa y las instalaciones son fabulosas, muy lindas. Tienen al lado un hotel boutique a donde les llega mucho extranjero.

Pagamos una tarifa por la visita a las instalaciones. Estando allá nos despacharon con un “tour” en 8 o 10 minutos, como peluquiando bobos. Pésimas explicaciones, guiados por una «guia» que no decía nada, porque no sabía nada de lo que debería saber para contarnos. Muy decepcionados con ésta primera parte de la visita planeada, decidimos darle una segunda oportunidad al lugar, almorzar allá y desquitarnos con un buen vino de la casa. Habíamos tomado un taxi desde el hotel, pues este viñedo queda en las afueras, retirado del pueblo y queríamos tomarnos esos vinos con tranquilidad. Pero… Otro pero… quedamos todos más aburridos aún!! Restaurante caro y de regular calidad, para esos precios tan altos. Un desastre.
Por tanto, pregunto a Uds. con toda sinceridad: ¿No han ido a visitar las Bodegas PIATELLI, en Cafayate? No??? Tranquilo. NO VUELVA!!
Regresamos al pueblo, borrón y cuenta nueva. En Cafayate Pedro consiguió finalmente los famosos mapas del Automóvil Club Argentino y generosamente me los regaló !!

Como es de suponer, no dejamos que éste mal sabor Piatelli durara mucho en boca. (Nótese el aprendizaje). En la tarde seguimos paseando por la población y en la noche hicimos una visita imperdible a una Peña . En Argentina no se refiere a una piedra, risco o peñasco sino a un lugar que tipicamente es un bar o restaurante donde se interpreta música folclórica. Los locales llegan con su guitarra y comparten escenario con los que van llegando . Y aunque en nuestro caso no nos animamos a subir al escenario, por claras razones, acompañamos los cantos desde la mesa y no fue obstáculo para que se acercaran a felicitarnos por nuestra condición de Colombianos tan conocedores de la música Argentina.

El sábado 15 de marzo salimos de Cafayate rumbo a Cachi, en una jornada corta de 271 km que nos permitía hacerlo con tranquilidad en unas 6 horas, aún parando en algunos sitios de interés. De Cafayate al norte se recorre una zona semidesértica, similar a lo que vimos en Talampaya, montañas rojas muy erosionadas de vientos y aguas, que han formado en millones de años unos lugares muy atractivos, como el Obelisco, el Auditorio y la Garganta del Diablo, entre otros. Nuestro guía máster distribuyó las visitas, unas de ida y otras al regreso, pues Cachi era nuestro “punto alto”. Es decir, desde allí empezaríamos a retornar regresando inicialmente por ésta misma ruta. Así las cosas, a la ida paramos a visitar La Garganta del Diablo. Entramos caminando por una grieta estrecha entre paredes muy altas, dentro de una formación rocosa de montañas compuestas de tierras arcillosas, con un color rojo intenso, simplemente espectacular. Es un lugar de esos a los que hay que ir, pues las descripciones que intentemos dar siempre se quedaran cortas. Y las fotos o videos no alcanzan a mostrar la real magnitud del entorno. Es impresionante.

Estábamos siguiendo ahora la Ruta 68 pues la original Ruta 40 que nos trajo hasta acá y conduce al mismo pueblo destino, Cachi, es totalmente destapada y se encuentraba muy deteriorada por las lluvias estivales. En esta ocasión no queríamos correr el riesgo de desbaratar más mi moto. Un par de horas después de la Garganta llegamos a un pueblito, El Carril, en donde paramos a almorzar y a prepararnos para el último tramo de la jornada. Volveríamos a tener una buena trepada de cordillera, en esta ocasión por otra de las renombradas “cuestas”.

La Cuesta del Obispo, con tan solo una veintena de kilómetros en destapado, es un tramo fácilmente llevadero por lo corto y de poca dificultad. En éstas tierras abundan zorros y guanacos que se cruzan en el camino con toda tranquilidad.

Parque Nacional Los Cardones
Es divertido y a la vez refrescante, encontrar este tipo de fauna a la vera del camino pues distrae, cambia el ritmo y se deja el cansancio de lado. En el punto mas alto de esta cuesta se alcanzan los 3.457 metros mientras se recorre el Parque Nacional Los Cardones. Este Parque formado por sierras áridas y secas, fue creado para proteger una región única en Argentina, ya que es el sitio con mayor diversidad de cactus del país (cardones y pasacanas), siendo uno de los más altos del mundo. donde crecen eestas especies.
Para los argentinos en general, que habitan en las enormes pampas al sur, donde las autovías tienen rectas sin final de 200 kilómetros o mas, estas carreteras de montaña, con curvas cerradas y uno que otro precipicio respetable, son toda una experiencia.

Algo excepcional, inusual!! En cambio, para nosotros como colombianos, de país tropical, lo más llamativo e inusual, son los paisajes de cordillera con esos picos nevados que nos dejan babeando. A pesar de que estábamos al final del verano, al descender la cuesta hacia Layogasta, éste tipo de paisaje es deslumbrante.

Los montes nevados que encuentramos en abundancia, por todos lados, siempre son una distracción para nosotros. Llegamos a Cachi relativamente temprano y ubicamos fácilmente nuestro refugio de descanso, El Cortijo, Hotel Boutique. Muy recomendado, lindas instalaciones, buen servicio. Y en Cachi, la vida nos dio tiempo para desquitarnos. Salimos a caminar por el pueblo y buscamos las instalaciones de otro viñedo: Bodega Isasmendi.

Tienen otro concepto, bien diferente a la mayoría de viñedos, que es una delicia. La casona, situada en una colina de poca elevación sobre los cultivos y mirando hacia la cordillera de los Andes, ofrece unos jardines con sillones y mesas para los visitantes, a fin de descansar y conversar con los dueños recreándose con el hermoso paisaje. No puede el visitante dejar de pedir un vinito de sus cepas seleccionadas, que gratamente se acompañan con unos platos de entremeses especiales. Una tarde muy divertida, muy agradable.

Caminando al atardecer por el pueblo vimos con nostalgia, por lo menos de parte mía, grupos de numerosos motociclistas, embarrados hasta el cogote que venían por la Ruta 40. Debe ser una maravilla hacer esas rutas en otras condiciones (sin pareja para poder conducir por esos destapados y de preferencia con una moto acorde al terreno). Igualmente, en la noche llegaron a nuestro hotel un grupo grande de ATVs, cuatrimotos grandes, con dos o cuatro puestos, también llenos de barro hasta las pestañas. Que belleza de aparatos: Barras de seguridad antivuelco, “winche” eléctrico para salir de apuros – si pongo “cabrestante con cable de acero” se entiende menos -, exploradoras poderosas, etc. Ese es otro deporte y “hobby” de ricos que nos quedaron debiendo. Deliciosos esos paseos.

El domingo 16 comenzamos el retorno, a desenrollar carretera, a devolver nuestros pasos. Inicialmente regresamos a Cafayate, por el mismo lugar, evitando de nuevo la Ruta 40 después de ver aquellos aventureros embarrados, arriba mencionados. Esta vez aprovechamos la etapa corta haciendo un desvío que nos llevó a conocer uno de los grandes embalses argentinos, el reservorio de Cabra Corral.

Cabra Corral
Una represa inmensa con restaurantes y casas de recreo en su carretera circundante. A mi personalmente, siempre me han gustado los páramos y los espejos de agua, naturales o no. Me encantan. Como les decía arriba, Pedro también nos había dejado para la vuelta la visita de otro lugar espectacular, muy cerca de la Garganta del Diablo. El llamado Auditorio. Es similar al primero, entre montañas rojizas erosionadas por miles de años, pero con la grieta más enconchada, más cerrada, formando una cámara con una acústica sin igual. Generalmente en estos lugares, los locales buscan algo para su sustento. En el primero había mesas con artesanías, piedras, fósiles, en fin, chucherías de recordatorios. En El Auditorio solo se encontraba un músico guitarrista y tuvimos la suerte de que cuando entramos allí, otro turista espontáneamente le hizo la segunda, afinaron algo y entonaron una canción que resonaba espectacular en ese gigantesco lugar, un deleite de concierto. Ya de tarde, en Cafayate retornamos al Hotel, Villa Vicuña, donde ya nos atendían como clientes frecuentes. Hasta nos hicieron una mejora en las habitaciones.
El lunes 17 salimos rumbo a San Miguel de Tucumán, con calma y sin afanes. Nuevamente eran solo 230 km en la jornada. Una vez en carretera, solo repetimos un corto trayecto de la ruta que habíamos recorrido viniendo, antes de desviarnos tomando rumbo el este. Este camino pasa por otro filo de cordillera, un alto paramoso y frío llamado Abra del Infiernillo, a 3.000 msnm, para luego descender a una pequeña población, Tafi del Valle, que está situada en el extremo norte del Parque Nacional Aconquija. Con un lago central, su urbanismo se desarrolla disperso a su alrededor y la componen casas de veraneo, restaurantes, muchas cabañas y chalets que son muy frecuentadas generalmente en las temporadas de vacaciones escolares. Es un destino turístico muy apetecido por los tucumanos capitalinos que vienen aqui a escapar del intenso calor de la capital de la provincia. Curiosamente, comentamos entre nosotros en ésta parada de descanso que veíamos en la carretera, viniendo en sentido contrario, un numero exagerado de motociclistas. Nunca en la vida, en ningún viaje, en ninguna parte, me había cruzado con tantas motos. Como muchos saben, es costumbre entre moteros hacer un saludo con la mano izquierda, cuando nos cruzamos con otros motoviajeros. Pero ésto que estábamos viviendo era muy raro, extraño y ya estábamos hasta aburridos de tanto saludar. No tenía sentido….. La segunda parte de ésta etapa hasta Tucumán, fue similar. Cientos de motos grandes y chicas que nos encontrábamos nuevamente en sentido contrario, mientras hacíamos un descenso pronunciado, bordeando un par de ríos, el rio Amaicha uno de ellos, que bajan majestuosos, impetuosos, reventando contra las piedras.

San Miguel de Tucumán es una ciudad grande, de mas de 600.00 habitantes, llegando a completar mas de un millón si se cuenta toda el área metropolitana. Pedro había tenido algunas dificultades para reservar hotel acá porque todos los hoteles aparecían completamente lotados, inusualmente con full ocupación. Finalmente consiguió unos apartamentos por AirBnb, independientes, guerreros, ésto es, nada lujosos, pero que nos servían ampliamente para nuestras necesidades. Serían dos noches en éste lugar.

Para el martes 18 el programa nos indicaba en la mañana hacer un recorrido turístico por el centro de la ciudad y en la tarde tomar las motos para hacer un circuito cerrado por los alrededores. San Miguel de Tucumán, o simplemente Tucumán, es una ciudad histórica, “Cuna de la Independencia Argentina”, que tiene mucho que mostrar.
Visitamos la Plaza Independencia, en donde se puede entrar a la Casa de Gobierno de Tucumán, sede del gobierno provincial, un hermoso edificio de principios del siglo pasado de arquitectura clásica barroco francés. En otra esquina de esta plaza está el teatro municipal, hoy llamado Teatro Mercedes Sosa, en honor a la magnífica cantora tucumana.

También caminamos hasta el museo histórico Casa de La Independencia, donde se firmó el Acta de la Independencia en 1.816 y en donde los viajeros que no eramos locales, pudimos aprender algo de éste período argentino.

En la tarde, tomamos motos para hacer el recorrido propuesto. Al oriente de Tucumán está la pampa y es un llano infinito. Al occidente está el “pie de monte”, la Yunga, una region de selva/bosque andino ubicada a lo largo del flanco oriental de los Andes. Tomando carreteras terciarias de estos montes hicimos nuestro paseo turístico. Llegamos a un hotel-parador en una cima, con una vista panorámica espectacular a muy buena altura, desde donde contemplamos todo Tucumán, acompañados del entretenido observar de unos parapentes dando vueltas sobre nosotros. No recuerdo bien si fue antes, ahí, o donde fue que nos enteramos que en el domingo anterior se había realizado la segunda válida de las carreras de Moto GP en Termas Rio Hondo. Termas es una población relativamente cerca de Tucumán, con un autodromo internacional fabuloso. Los moteros-lectores NO nos perdonaran éste garrafal yerro. Nunca, ni El Iluminado ni éste cronista, relacionamos ésta importante carrera de motos con nuestra aventura vinícola. Fácilmente podríamos habernos ajustado, para tratar de asistir a un evento tan importante para el mundo de las motos. Y es ésta y no ninguna otra razón, la justificación de esos miles de motos que nos cruzamos el día lunes. Convergen en este rincón argentino muchos moteros locales de todas las provincias, además de muchos otros brasileros, peruanos, chilenos, paraguayos y bolivianos. En fin, con dolor confesamos que la embarramos!! Nunca he tenido el privilegio de asistir a un espectáculo de éstos. Muy seguramente, si tuviéramos una válida más cerca de casa, habríamos hecho el esfuerzo de asistir. Vale la pena.

El miércoles 19 nos dirigimos a La Rioja, 388 km una etapa respetable. Pero con la información recibida, el paso y la visita al Autódromo de las Termas de Rio Hondo era obligatorio. Y lo mejor estaba por venir. Como es de gratificante recibir sorpresas así, súper agradables. ¡El autódromo mantiene un museo fuera de serie, de visita mas que obligatoria aún!

Son carros y motos de todas las marcas, de todas las épocas. Desde los inicios, hasta los clásicos, los de Turismo de Carretera famosos en Argentina, (estilo los del Ganso Garzón, pionero en Colombia).

Las motos de las primeras décadas del siglo XX exhibidas son todo un espectáculo. Creo que los cuatro viajeros quedamos muy complacidos con ésta visita. No haber asistido a la competencia, bueno… Vaya y venga, grave. Pero esta visita fue una compensación muy grande. Valiosa.

Y la jornada nos deparaba otras sorpresas grandes. Cruzamos buena parte de la Provincia de Catamarca , almorzando en su capital y entramos en los llanos de La Rioja. Población humana muy escasa, entre poca y nada. Rectas largas y calor en exceso.
Al llegar a La Rioja, una ciudad intermedia de 211.000 habitantes, nuestro guía con mucha destreza y seguridad seguía las indicaciones del GPS en la búsqueda del Hotel Reina Mora. Después de dar múltiples vueltas por un barrio bastante regular, nos ubica el aparato frente a un predio de dos pisos, sin ton ni son.

Hotel Reina Mora ??
Nuestras dos señoras acompañantes, bien guerreras que son, no lo podían creer. ¿A dónde quiere meternos Pedro hoy? Era espantoso por fuera y no queríamos imaginar siquiera como seria de maluco por dentro. La vecina del predio frente al “hotel” sacó la cabeza por la ventana y nos miraba con desconfianza. Creo que nunca les había tocado ver visitantes tan distinguidos en poderosas motos. Pedro algo azorado, cotejando sus reservas de hotel en el celular, revisando el precio cobrado versus el lugar que teníamos en nuestras narices, comparando las fotos que pone Booking etc etc etc finalmente descubrió el error. Era otro establecimiento con el mismo nombre o muy parecido. Salimos como alma que lleva el diablo a buscar la verdadera locación del Reina Mora. Sobra decir que esa otra locación si resultó muy buena. A la altura de todos los hospedajes seleccionados por El Iluminado!

Jueves 20 de marzo emprendimos el regresamos a Mendoza nuevamente. Otros 578 km que inicialmente parecían muy largos pero que recorrimos con tranquilidad. Luego de una parada de abastecimiento de combustible en Patquia ( otra parada del Dakar Argentina) fuimos dejando atrás la larga recta riojana y tomamos la Ruta Escenica 150 hacia el oeste, con un trazado espectacular de montaña que atraviesa el Parque Provincial El Chiflon ( nombrado asi por el sonido que provoca el viento al pasar por sus caprichosas formaciones geológicas).

Parque El Chiflón

Y aun teníamos otra visita importante por hacer: el parque natural provincial de Ischigualasto, o Valle de la Luna , colindante con el arriba mencionado Talampaya. No nos daba el tiempo para hacer el recorrido que se merece, pero visitamos algo de su entorno y el magnifico museo.

Museo del Parque Ischigualasto
Una nueva parada de reabastecimiento en San Jose de Jáchal (ya que no hay gasolina desde Patquia) entrando esta vez a la ciudad para almorzar , descansar un poco y encarar la ultima etapa del día para llegar a Mendoza.

El trayecto fue bien divertido al final, pues el día estaba despejado y se tiene una hermosa panorámica de la cordillera, con el imponente Aconcagua coronando la sierra. En Mendoza nos esperaban 3 noches y muchos planes. Teníamos reserva en unos apartamentos pequeños pero muy completos, con cocineta y nevera. Al día siguiente salimos a nuestros ya tradicionales recorridos de caminantes. Pero Mendoza es bien grande.
Y aqui el Malbec puede ser no solo en copas:


Viernes 21 y Sábado 22 de marzo: Para darnos una idea general de la ciudad, hicimos tambien un recorrido a la “Capital del Malbec” en buses de turismo, de aquellos con paradas fijas, en donde si uno se interesa por algo, se baja hace su visita y se monta en el siguiente bus que estan pasando cada media hora. Museos, zonas comerciales, calles famosas, como el Peatonal Sarmiento, la calle Arístides o la Ave San Martin. Entre los cientos de viñedos que existen en sus alrededores, (Ojo: pueden ser hasta 900!!), escogimos visitar la Bodegas Tierras Altas, al sur de Mendoza, por los lados de Lujan de Cuyo.

Y esta vez acertamos!! La visita fue excelente. En ésta ocasión tomamos la visita incluyendo catas de los vinos que producen. La descripción de los procesos, las explicaciones, las respuestas a las inquietudes de los visitantes, argentinos y extranjeros, muy profesionales y acertadas. A pesar de comenzar a las 10:30 AM degustamos con mucho agrado todas las muestras ofrecidas, con generosidad, terminando en un vino Malbec de reserva de 20 años. Muy recomendada ésta bodega. Lujan es una población independiente pero que a hoy se encuentra ya absorbida por la capital, La Gran Mendoza. Es como nuestra localidad de Usaquén en Bogotá, donde fácilmente encontramos un restaurante delicioso. Y con un magnífico almuerzo cerramos el ciclo de las vistas vinícolas propuestas, contentos de habernos reencontrado con el objetivo de nuestro viaje.

El domingo 23 regresamos a Chile. En la mañana, por primera vez en todo el viaje, amanecimos con una leve llovizna que nos obligó a sacar impermeables. Más que por el volúmen de agua que caía, nos protejemos pensando en que subir la cordillera mojados podría ser desagradable y muy frío. En el camino de regreso, hacia Uspallata, pasamos por los túneles que en el primer día de viaje nos cerraron, obligándonos a hacer el destapadito de marras. Paramos a almorzar en un lugar muy interesante, El puente del Inca, en el Parque Provincial Aconcagua.

Puente del Inca
Cruzamos al otro lado de la cordillera, a presentarnos del lado chileno para el ingreso. Mucho más complicado todo. Los procesos enredados, sello acá y otro más allá, pero primero pase por la otra ventanilla y vuelva. Las funcionarias aduaneras, como estrenando puesto, nos escarbaron sin asco, nos hicieron bajar maletas y revolcaron todo…. Demorado el trámite. Esa misma noche devolvimos la moto nuestra a su dueño, para no complicarnos con el vuelo de regreso a Bogotá al día siguiente. Pedro y Juanita se quedaron un par de noches mas, con mas calma, pues seguían después para Buenos Aires. Con una excelente cena cerramos nuestro periplo “Chile & Argentina, Vinos y Viñedos”.


Que belleza de viaje , Gonza. Y qué maravillosa compañía.
Un privilegio para ustedes y para ellos.
Me alegro mucho de todo ese disfrute.
un abrazo para los 4.
insuperables !
Me gustaMe gusta
Gracias, Maru. Ya tendremos oportunidad de contar detalles en Cartagena!
Me gustaMe gusta
Excelente crónica, gracias por compartir!
Me gustaMe gusta
Gracias.
Me gustaMe gusta
Excelente crónica! gracias por compartirla.
Me gustaMe gusta
Gracias, Juan José.
Me gustaMe gusta
Queridos amigos:
Como en ocasiones anteriores los relatos de Gonzalo tienen la particularidad en mi de transportarme al viaje hecho, como si yo fuese un tercer participante y poder disfrutar, de forma virtual, en primera persona, hasta las desagradables incidencias de perder partes de la moto, como igual esa alegría profunda de encontrar en un pueblito a un solo mecánico y taller donde, que con evidente cariño y empeño, repara el daño y nos devuelve la sonrisa a la cara, y paz a la cabeza. Y además sin querer cobrarnos.
Es que, además, gran parte de la ruta que describe Gonzalo, tuve la bendición de recorrerla cuando en mi viaje en moto por América del Sur, desde mi natal Caracas, Venezuela, crucé a Argentina de Este a Oeste y desde Mendoza, visitas a viñedos incluidos, ascendí por el Puente del Inca, que recuerdo le llaman también el Paso de los Libertadores, hasta llegar a lo más alto, atravesar la cordillera por el Túnel del Cristo Redentor, imponente, sufrir por el complejo e inquisidor trámite de aduana chilena, cuyo cualquier desagrado se compensa de inmediato con la experiencia extraordinaria y emocionante del descenso, o ascenso según el sentido de la ruta, que en mi caso fue una delicia doble porque, como niño con juguete nuevo, descendí, me gustó, ascendí de vuelta y, de nuevo, descendí para seguir a Santiago de Chile.
Me encantó verlos de nuevo, a los cuatro viajeros, saber que poseen el secreto de la eterna juventud, porque es verlos iguales a muchos años atrás y, atino al saber que el secreto de esa juventud es poder viajar en moto siempre.
Reciban los cuatro: Gonzalo, Gabriela, Pedro y Juanita un gran y fuerte abrazo de su amigo de siempre,
Francisco Sanz Brandt
Me gustaLe gusta a 1 persona
Francisco, que alegría encontrarnos en los relatos! Y cuan generoso en elogios su comentario. Gracias. Un abrazo!!
Me gustaMe gusta