Reportaje de Gonzalo Bueno
Sin embargo, nosotros nos tomamos dos días maravillosos para hacer este trayecto, que bien podría llamarse etapas de descanso con ligero avance…. La ruta escogida fue la pintoresca carretera 101, que va por la orilla del mar hasta Santos, para después subir a la capital paulista por una super-autoestrada, llamada la carretera de los Inmigrantes. En el primer día, como contaba en la crónica pasada, salimos de Rio por Angra dos Reis, donde curiosamente en medio de una belleza absoluta de playas y recantos marinos naturales se encuentra la mayor y mas antigua planta de energía nuclear brasilera. En estos días de agitación política y protestas a veces violentas, está supremamente vigilada, con ejército y policía en las carreteras, al punto que llegamos a imaginar que tanta custodia debería ser producto de la visita de un personaje importante a la zona. (Gobernador, alcaldes ó politicos)
La carretera se desliza con suavidad por pequeñas colinas costaneras, permitiendo al viajero vistas asombrosas con centenares de islas: al observar las playas en ellas, hay algunas que aún se ven vírgenes. Una cantidad de pueblos-puerto se suceden a lo largo de la ruta, con sus barcos de pesca y labor, con los viejos cascarones de paseo y turismo, sin que falten como en muchas ocasiones, como es lógico, los yates, veleros o súper lanchas de los personajes cariocas y paulistas acomodados, amantes del agua y los deportes marinos.

Con muchas «saudades» fuimos dejando este maravilloso paraíso rumbo a la sede misma del progreso, del desarrollo y del trabajo en el Brasil. São Paulo es una ciudad enorme, con cerca de 20 millones de habitantes en su área metropolitana , avenidas descomunales que se embotellan y congestionan de forma absurda. En medio de esos trancones, los motociclistas se han apropiado de su propia vía. Generalmente van por en medio de los carros, en la fila del penúltimo al último carril rápido de la izquierda. Pero la velocidad que llevan, en medio del atasco, es absurda. Obviamente, tuve que desistir de unirme al gremio. Con las maletas y con el peso, caminar entre los carros requiere algo más de atención. Confieso sin pena ninguna, que usualmente lo hago, pero a otro ritmo. Estos tipos se desesperaban conmigo y me levantaban a punta de pito… Ah ! Eso es otra característica. El pito no lo sueltan. Van avisando su paso pitando constantemente. Es increíble ver una fila de 10 o 15 motos a 70km/hr, todos pitando, entre unos carros que sólo van a 15 km/hr casi detenidos. Si a alguno de esos carros le da por cambiar de carril, lo cual es tan común como en la tierra, la moñona puede ser fatal. Yo creo que a punta de accidentes, muertos y muchos lesionados tanto motos como carros han creado ya unas reglas de juego para estas prácticas…
Al salir del concierto, después de dos horas y media, fuimos a un restaurante muy sabroso de tapas italianas, una modalidad que yo ni sabía que existía, ni conocía. Y ayer, sin afanes, después de un desayuno trancado en la terraza de su apartamento (piso 18), con una vista maravillosa sobre Sao Paulo, salimos a darle un vistazo al centro, por la Ave. Paulista, aventurando creer que por ser sábado el tráfico debería estar mejor pero ni así se puede decir que estaba fácil. Fuimos también a un mercado de pulgas, que aunque presenta las mismas chucherías de todos, en cada ciudad tiene su encanto personal al observar la gente que lo frecuenta, los vendedores y como interactúan entre ellos…

Que lindo ese re-encuentro con Teresinha
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Estamos planeando la visita a Bogotá. Pero antes voy a ver mi ahijado Mateo en San Franciso. Después me falta ver a Laura.
Saudades.
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Muy chevere. Me mandan fotos
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