Viajeros del Sur

Reportaje de Gonzalo Bueno

El 2 de Enero, para comenzar el año 2.013 como se merece, emprendimos un pequeño periplo con Gabriela, esta vez por el Sur de Colombia. En la primera etapa de aproximación al Putumayo salimos de Bogotá rumbo a San Agustín. La primera parada obligada es en El Espinal, para completar el desayuno con avena, quesillos y achiras. Pero estando en éstas, nos llegó una lechona…  Este es tambien un plato típico de la región, pero a las 9:00 AM es difícil pensar  pedirlo. Sin embargo, Gabriela venía con antojos de esto desde hacía unos dias y nos lanzamos!!

Solo para matar la gana, pues no fuimos capaces de comernos un plato entre los dos. Pero con esta tanqueada y recuperada, nos fuimos hacia Neiva.  La idea era hacer un pequeño desvío  adelante de Natagaima, que consiste en entrar al Desiero de La Tatacoa, recorriendo unos 30 kms de carreteras destapadas, visitar el desierto y continuar luego a Neiva. En este tramo se pasa a traves de  unos túneles abandonados del antiguo ferrocarril, asi como el famoso puente Golondrino sobre el Rio Magdalena, que ahora estan habilitados como vía para vehiculos menores, (Menos de 12 tn)  

Aunque hacer este desvío logicamente hace «perder tiempo» en la ruta hacia San Agustin, pasar por Villa Vieja y por esta zona vale siempre la pena, pues el paisaje y el «off road» son muy agradables. El calor es intenso. Despues del nombrado pueblo, Villa Vieja, se toma nuevamente el asfalto a Neiva y de ahí el recorrido usual a San Agustín por carreteras buenas, aunque no son aun de doble calzada, curiosamente aprobaron agradable límite de 90 km/hr.

En San Agustín descansamos en uno de los  Hoteles-Finca de moda, agradables, baratos y limpios. Al día siguiente visitamos su parque arqueológico y arrancamos para Mocoa.

La carretera hasta Mocoa por este lado esta en muy buenas condiciones. Al sur de Pitalito va ganando altitud y  el límite de los departamentos de Huila y Putumayo está exactamente en la cima, a unos 2.000 msnm. La vegetación va cambiando poco a poco a la esperada «selva».  A medida que pasan los kilómetros se va encontrando uno con un monte tupido y vírgen a lado y lado del camino, con  ríos y quebradas de aguas cristalinas y puras.  No se si se debe a la época veraniega, pero la calidad de estas fuentes de agua llama poderosamente la atención. 

Mocoa nos recibió al medio día, con un calor que no era agobiante pues el dia estaba un poco toldado. Es un pueblo grande, pero  lamentablemente mas pueblo que «capital» de departamento, pues despues de muchos años de explotación petrolera no se le ve progreso. Orito y La Hormiga son un par de centros petroleros famosos. En total, en todo el Putumayo, había  el año pasado un centenar de pozos registrados, con producción de 41 mil barriles diaros. Las regalías de esta actividad deberían verse mas !!

Despues de unas pocas vueltas a Mocoa, uno siente que ya lo vió todo. Antes de seguir nos recuperamos con un maravilloso jugo de mango,(bueno relamente solo tomé yo porque Gaba se cuida de estas experiencias)  pero no solo fue de los mejores y mas baratos jugos que me he tomado sino que adicionalmente por US$1 le sirven a uno una jarra de la que se surten tres «vasados» . Tal vez lo que buscaba era disipar los temores y las expectativas que nos generaba el trayecto que seguía.  Mocoa – Pasto era lo  mas pesado de este viaje y el objetivo central. Sabíamos que era una carretera de tierra, MUY angosta, así con Mayúsculas y peligrosa por sus profundos abismos. La cuestión de orden público en Colombia y en otros paises no se cuestiona ni se discute por Los Viajeros del Sur. Creemos que el país está bien, mejorando. Eso queremos que sea así y por ello viajamos por todo el territorio nacional sin prevenciones ni miedos mas allá de los precipicios y el piso resbaloso.

 Había recorrido este tramo en sentido inverso hace 40 años con mis compañeros del Colegio Refous y los recuerdos flotaban en mi memoria sin poder precisar con exactitud cuales eran fantasías y cuales realidad. Me acordaba que por ser tan angosta la carretera había  en varios puntos unas cadenas que suspendían el trafico en cada sentido y con unos radio-teléfonos se comunicaban entre ellos cuantos vehículos pasaban antes de soltar los otros. Los buses nuestros, Flota Magdalena, daban las curvas «por tiempos», dando reversa y cruzando varias veces en una sola curva.  Si alguien se varaba en la mitad, se jodió el paseo !  Nadie mas podia pasar.  Hoy en día se ha progresado mucho.(?)  Aunque sigue en tierra y tan angosta como antes, ahora tiene unas pequeñas bahías cada 500 u 800 mts. Cuando un carro ó camión ve a la distancia que viene otro en sentido contrario, se mete en un hueco de estos a esperar. Cuando se encuentran sin haberse visto previamente es un despelote… Si son dos carros pequeños, pasan «untados» pero generalmente uno de los dos tiene que retroceder hasta encontrar el espacio. 

No encontré mejor forma de documentar el perfil de alturas, pero les cuento que al salir de Mocoa se trepa un páramo de 3.300 msnm (equivalente a  La Línea, entre Ibague y Armenia), pero rapidamente se bajan mas de mil metros, al valle de Sibundoy, población de indígenas ingas, descendientes y conquistados  por los incas, quienes hoy conservan sus tierras y costumbres, como hace cientos de años. Despues de Sibundoy,  de nuevo, se vuelve a subir a otro alto similar cercano a los 3.200 msnm antes de bajar a  la laguna de  La Cocha (Redundancia aceptada, pues «Cocha» significa laguna en idioma indígena), que se encuentra sobre los 2.800 msnm. La Cocha es un lugar muy bello, pero demasiado frío. Con el agravante que desde antes de Sibundoy veníamos aguantando una luvia pertinaz. Llegamos empapados, pero ya en el hotel, con baño de agua caliente, algo de ron y chimenea nos recuperamos muy bien.

En la siguiente jornada fuimos hasta las Lajas en la frontera con Ecuador y cruzando Pasto en medio de su carnaval de Blancos y Negros, con comparsas, carrozas alegóricas y mucho desorden de trago, harina, agua a platonados y moderna espuma sintética en aerosol. No es fácil «pasar de agache» al cruzar un pueblo en medio de estas celebraciones y algo de espuma y agua nos tocó, pero no fue tan grave como habíamos imaginado.

Finalmente tomamos la ruta de Popayan y Cali. Descansamos un par de noches y un día entero en «La Sultana del Valle», colmados de atenciones por mi compañera de estudios Marta Marcela Cabrera y su marido Jaime Palma.   Nos pasearon por todos lados, incluido el famoso Km 18 de la Via al mar. Muy sabroso. Y  finalmente regresamos a Bogotá en un lunes festivo, final de puente, final de temporada vacacional, etc. etc imaginando un tráfico detestable. Pero, muy por el contrario, encontramos unas carreteras buenas (y mejorando), libres de camiones y con muy pocos carros. Nos demoramos de Cali a Bogotá 6:30 hr con media hora de parada en El Espinal, de nuevo!!

Increible paseo… 

 Y aqui el video de la Sra Gabriela: