Ruta Andina 2,018 Crónica # 8

Reportaje de Gonzalo Bueno
Fotografía y Vídeos Mateo y Catalina Bueno
El regreso siempre es más duro. El cansancio de los primeros días se va acumulando poco a poco. Pasamos el Año Nuevo en Huacachina. En el último día del año, recorrimos las dunas en buggy, derrapando y entrando en el ambiente Dakar; hicimos el «Sand boarding» y caminamos por los alrededores del oasis.

A pesar de que había mucha gente, no fue tan traumático como me lo imaginaba.

En la noche hicimos una cena en el Hotel DM, en donde Rachel y Mateo mostraron sus habilidades de bailarines. Hubo un concurso entre la concurrencia y después de descartar a muchos, quedaron entre las 4 parejas finalistas. Para no herir sensibilidades, fueron todos declarados ganadores y salieron con una botella de Pisco.
Regresamos a Lima el primero de Enero, pasando por Punta Hermosa, en donde Los Brujos Gambeta nos tenian un delicioso ceviche y caldo de desenguayabe. El lugar está en obras de reparación de vías y el tráfico es caótico. En compensación la entrada a Lima estuvo tranquila. Pero el ambiente agitado. Nos encontramos con María José, mi hija, quién vino en avión con la familia de Francisco, su novio. Y también con Maria Helena Currea y su hija Camila, amiga de infancia y de siempre de Gabriela.

Simultáneamente, con mucha nostalgia despedimos a Rachel, quien retornaba a USA. Muy gratos recuerdos nos deja. Mujer valiente y decidida, siempre alegre, con una sonrisa amplía hasta en los momentos más duros.

Por otro lado, Gabriela también estaba cansada y un poco enferma, motivo por el cual decidimos que regresara a casa en avión. Estos cambios en la estructura del viaje nos dejan un vacío enorme y a mi en particular, me descuadra demasiado. Viajar con su pareja de tantos años, que nos complementa en todo, nos permite desentendernos de ciertas tareas básicas, es fundamental. Ella está pendiente del empaque y el orden. Y sabe dónde están las cosas, que es muy importante en estos viajes de maletas apretadas.

No es que ella empaque lo mio, ni más faltaba… Yo lo hago, pero ella sabe dónde está todo. Yo estoy por otro lado, cuadrando rutas, tiempos, hoteles, mecánica, aceites. Entonces, en esta soltería forzada ya pueden imaginar el despelote que se me va armando. Usualmente en la maleta se organizan bolsas plásticas (al vacío) con la ropa limpia y la ropa sucia. En algunas paradas, cuando tenemos dos noches en el mismo lugar, aprovechamos para lavar la ropa. En la última, las trastoqué y dejé lavando la bolsa de ropa limpia !!! Esto quiere decir que sigo cargando con mis chiros sucios y unos pocos calzoncillos y camisetas re-limpios…

La ruta al norte, la hicimos en dos tramos largos: primera etapa de Lima a Trujillo, que son 600 kms de desierto, arena y rectas enormes, con mucha monotonía. Por ello, en un punto del camino decidimos variar y nos metimos por unos caminos del desierto que sabíamos que empataban más adelante con la Panamericana de nuevo.

Fue un cambio/descanso espectacular, a pesar del esfuerzo adicional que implica el manejo en Off, de las caídas, etc. Realmente las caídas no son más que resbalones suaves, cuando se pierde el control de la llanta delantera por causa de enterradas de la misma.

Acá va un reporte visual de este tramo.

La segunda jornada, muy similar a la primera, la hicimos larga para colocarnos próximos a la frontera, de Huanchaco a Máncora.

Otros 650 kms de desierto, esta vez matizados con ingrediente adicional. Por los lados de Piura la temperatura no bajaba de 37°C. Llevar estos uniformes de moto, estas chaquetas con sus protecciones, botas, pantalón grueso con rodilleras, en ese ambiente, es un sauna que nos hace sudar litros por cada uno de los poros…

Escogimos un nuevo desvío distractor (también son importantes para no dormirse) que nos llevó por unos parajes muy solos, más de 140 kms de ruta solitaria con 65 kms de Off. Pasamos un pueblo muy especial. San Felipe de Vichayal. Impresiona!!!! Pero, porque?? Yo diría que es el pueblo más bonito del Perú. LIMPIO !!!!!! Todas las casas humildes pero muy bonitas, pintadas de colores y las calles limpias nos dejaron gratamente aterrados.

Nos encontramos después metidos en una amplia zona petrolera peruana, igualmente desolada pero con sus pozos activos y funcionando en medio del desierto. Volvimos más adelante a la rutina de la Panamericana y ya de noche llegamos a Máncora.

Nos quedamos descansando en esta hermosa playa un día. Notamos que la moto de Cata había perdido nivel de aceite, seguramente por las dos forzadas jornadas anteriores. Lo completamos y salimos para Guayaquil.

El paso de frontera que me imaginaba un poco complicado, estuvo perfecto, desocupado. Era domingo. Conseguimos un hotel en el centro, arriesgando la salida con un tráfico tenaz de lunes laboral. Pero para nuestra sorpresa, el tráfico en Guayaquil es aún muy tranquilo, aceptable. Esto hace una diferencia enorme, pues uno puede apreciar con gusto la ciudad, sus puentes, parques y avenidas, su arquitectura. Me gustó mucho.

Buscamos un taller de motos y realizamos los mantenimientos pendientes. Cambios de aceites y pastillas de freno para todos. En la tarde hicimos un recorrido corto hasta el famoso balneario de rumba jóven, Montañita. Y desde acá haremos La Ruta del Sol ecuatoriana, por toda la costa hasta Esmeraldas, para buscar nuestra frontera ya en el norte, sin pasar por Quito.

3 respuestas a “Ruta Andina 2,018 Crónica # 8

  1. Del frío de las montañas al calor espantoso del desierto. Pero qué gran viaje.
    Y Catalina es toda una campeona. Mis respetos a la colega motociclista.
    Buen regreso a casa.

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