Reportaje de Gonzalo Bueno
Llegar a Puerto Carreño es una de las míticas metas locales que muchos motociclistas nos hemos propuesto alguna vez. Dependiendo de la ruta escogida y de la época del año puede ser fácil o muy difícil de realizar. No pocos han tenido que devolver la moto en avión, ya sea por desperfectos mecánicos o por simple cansancio y pereza de hacer el recorrido inverso. Sin demeritar lo que nosotros hicimos, ni ofender a mis compañeros de viaje con ello, debo decir que desde ahí, desde Carreño, hay todavía mucho más por hacer… Hay posibilidad de acercarse al PNN Tuparro remontando por la orilla occidental el Orinoco hasta Garcitas y tomando desde éste caserío abandonado una embarcación a la sede administrativa del parque, en la desembocadura del río del mismo nombre. Así lo hicimos en un viaje anterior, ya reportado en éste blog. También se puede aventurar un regreso mas duro, recorriendo el PNN Tuparro en toda su extensión, son sólo la bobadita de 548.000 hectáreas. En este caso se debe contar con la debida autorización de Parques Nacionales y muchas veces debe hacerse en compañía de un operador autorizado. El regreso es por Marandúa, una ruta mas agreste que la coloquial Ruta 40.

Como ya he confesado varias veces en éstas crónicas, a mi edad ya no disfruto el hecho de tener que empujar la moto. Si bien es cierto, hasta hace algún tiempo y con otro tipo de motos, siempre buscaba las rutas mas difíciles y complicadas. No importaba el barro, rocas, arena, ríos, las pendientes y precipicios, llegamos a tener extenuantes jornadas de 18/20 horas. Hoy tomo la vida con mas calma y procuro disfrutar mis viajes con algo de esfuerzo físico pero ciertamente, con menos desgaste. En éste orden de ideas, al llegar a Puerto Carreño nos alojamos en el Hotel Tierra Azul, uno de los mejores hoteles de la zona. Lo primero que hicimos, casi a media noche, fue localizar un operador logístico local para que nos organizara un programa completo al día siguiente. Queríamos descansar de las motos y dedicarnos a «turistiar» haciendo un recorrido en lancha por el Orinoco.

Operador: Jorge Unda, Cel. 315 530 8179 nos prestó un servicio excelente, que vale la pena resaltar y promocionar.
Primero, nos consiguió una «panga», bote grande con asientos y techo. Organizó todo: lancha y lancheros, lo del almuerzo que íbamos a preparar en alguna playa, plátano verde, pescado, verduras, bebidas hidratantes, un aguardiente, neveras con hielo, vasos, platos, sillas «Rimax»…. Lo mejor de todo, nos dejamos aconsejar en cuanto a la ruta a seguir. Primero nos llevaron por el Orinoco abajo, hasta la desembocadura del Río Meta.

Este encuentro de los dos ríos es un punto privilegiado para observar las toninas, los famosos delfines rosados. En éstos lugares usualmente hay muchos peces y los delfines encuentran allí su base alimentaria en abundancia. Adicionalmente, en el entorno siempre se ven acompañados de patos y garzas de muchas clases. Los lancheros los «llaman» dando palmadas en los bordes metálicos del bote y los delfines contestan haciendo piruetas y/o saltando a diestra y siniestra. Es muy frustrante no poder captar ese momento en fotos, pues se requiere ser un fotógrafo muy bueno y algo de suerte para estar enfocando en el momento exacto el lado correcto.

Después de pasar un buen rato observándoles, volvimos y remontando el mismo Orinoco subimos hasta la desembocadura del Río Bita. El plan de vuelo, sin tener que pensarlo mucho, era meternos a conocerlo. El Bita es el primer «Río Protegido» de Colombia. Que significa ésto? Es un proyecto donde se juntan voluntades de varios estamentos con un objetivo común: demostrar que el desarrollo, la investigación y la conservación pueden ir de la mano cuando se trabajan en conjunto, cooperando unos con otros. Están metidos en ésta aventura la gobernación del Vichada, Parques Nacionales, Corporinoquía, el Instituto Humboldt, la Fundación Omacha y muchas entidades y organizaciones más. Ver al respecto un reportaje muy completo de El Tiempo Aquí
Por lo que explicaba arriba, nos tocó tomar unas fotos prestadas para poder mostrarles estos animales

Pero lo que mas me gustó, lo que me parece mas interesante de todo éste cuento, es la educación y la conciencia ecológica que se ve en los tres amigos que nos atendieron el paseo. Tanto el operador turístico como los lancheros nos mostraron una actitud ejemplar, cuidadosos de organizar todo sin afectar el entorno, muy metidos en el cuento del «Río Protegido» y su conservación.

Avanzamos río Bita arriba un par de horas y finalmente escogimos una playa para desembarcar. Nos prepararon un almuerzo espectacular!! Decir: pescado frito, patacones y ensalada, puede sonar despectivo, «simple», como si ese almuerzo hubiese sido algo muy común y corriente. Pero no…. el sabor de la cocina de leña, un aguardiente, el lugar privilegiado, la belleza natural del río, un día soleado y la soledad donde el almuerzo se disfruta, lo convierten en un manjar especial!!!

Era una playa muy sabrosa que no tiene nada que envidiarle a los más famosos balnearios caribeños, ésta sí, sin vendedores ambulantes y sin mas turistas que nosotros. Sin afanes, nos fuimos acomodando y posesionando del lugar. Hay tiempo para conversar, para meditar, o bien, para arreglar los problemas matrimoniales de una vez por todas!!



Regresamos en la tarde, haciendo un buen trecho del «río protegido» nadando suave, flotando y dejándonos llevar por la corriente. Deliciosa actividad !! Como es natural, al final de ese día de descanso termina uno agotado, insolado, con un cansancio de otro tipo, pero listo y animado para comenzar el regreso a la mañana siguiente. En la jornada de venida, de La Primavera a Carreño, 420 kms aproximadamente, nos gastamos un poco mas de 10 horas. Al regresar nos propusimos darle mas seguido, esto es, no parando a descansar antes de completar 150 kms o dos horas, manejando con mas juicio y constancia. Esas normas rígidas funcionan casi siempre muy bien. Claro que cuando uno se encuentra ciertos personajes en la vía, lo mínimo que puede hacer es parar y distraerse un poco observándolos. Esta culebra estaba a la orilla del camino tomando el sol…

En el último tramo de esfuerzo y constancia, nos desprendimos del grupo Arturo y yo. Llegamos a La Primavera en menos de 8 horas, dos horas menos que a la ida, como nos habíamos propuesto. Se aprovecha mas la tarde, pues nos dio tiempo para lavar las motos, hacer algo de mecánica y descansar un poco en el Hotel La Riviera. (Hotel colonial recomendado, lo mejor en La Primavera). Ese día el calor fue extremo: 39°C permanentemente. Por ello, vimos que era mejor no parar y menos cuando se cumplía el tiempo/kilometraje en la mitad de la nada. Como es sabido, en el llano abierto y por largos recorridos no se encuentra un solo árbol para buscar sombra, siquiera. Es en los pocos cruces de los «morichales» donde se puede parar, esperar a los compañeros y estirar las piernas.

Al día siguiente, de La Primavera a Yopal decidimos tomar otro camino, otra ruta no menos pintoresca y agradable. De cualquier forma era necesario evitar el paso por Guacacías para no tener que enfrentar los conflictos indígenas. Por tanto, desviamos a Santa Rosalía, municipio a la orillas del Río Meta donde tambien funciona un ferry que transporta al Casanare, a otro pueblo llamado Las Bocas del Pauto, todo lo que se requiera: Camiones, carros, motos, caballos, ganado…

Los ríos del Casanare son todos muy uniformes. Casi todos vienen bajando de la cordillera en paralelo. El Cusiana, el Cravo Sur, Pauto, Guachiria. El río Pauto, en particular, viene desde el Páramo de Pisba a desembocar en el Meta. Generalmente es fuerte e impetuoso, pero en éstas épocas de verano intenso baja calmado y con poco caudal, lo que permite cruzarlo ahí sin mayores problemas.

Por ambos lados del Pauto, paralelo a las dos orillas, van caminos y carreteras que conducen de las Bocas a Yopal. Uno, por el margen izquierdo, pasa por Trinidad y el otro, margen derecho, sale directamente a San Luis de Palenque. Lo pensamos un poco, pero a todas luces era mas interesante, menos concurrido, el margen derecho y tenía otro atractivo: cruzar el río.

Tomamos esta última opción, pero desde luego nos queda en la mente una «espinita» clavada: Hay que volver, para conocer la otra ruta!!! La de San Luis es divertida, algo agreste tambien. Nos ofreció un espectáculo simpático de chigüiros que observamos largamente en un descanso. Después de volver a Bogotá, en estos días nos llegan mas y mas noticias del «intenso verano que se presenta en el Casanare», indicando que la población de éstos animales se ve diezmada por la falta de agua. Posiblemente por esta misma razón, registramos a lo largo del camino tanto de ida y como de vuelta, algunos cadáveres de reses ó venados que habían muerto de física sed. A manera de anécdota, aprendimos con nuestros amigos llaneros, Daniel y Juanita que un resto mortecino de esos es llamado «carramán». Si es solo la cabeza le dicen «caramera». Y así nos quedamos pensando en las palabras nuevas…

Es muy interesante ver como se amplia el idioma, con el extenso vocabulario llanero. Manejan muchos términos y palabras que uno jamás ha escuchado. Por un lado, sus tareas y la denominación de esas labores particulares. Si quieren saber de currucutiar o cachilapiar, pueden ver explicaciones en una lista abajo. Por otro, están tambien los numerosos nombres de la fauna, una gran variedad de pájaros, (corocoras, garzón Pionio), otro tanto de mamíferos y roedores, (jamoco, cachicamo, quimbo… ), muchísimos y abundantes peces, (caribe, payara, curito, amarillo), culebras y reptiles (mato, mapanare, cachirres) etc.

El camino a San Luis de Palenque tiene tramos absolutamente desbaratados y con muchos huecos, que deben ser un dolor de cabeza en invierno. La camioneta Nissan Xtrail soltó de nuevo el exhosto por algún golpe bajo, pero debo decir que esa camioneta se porta a la altura, pues ya es su segundo viaje a Carreño y se mantiene… Esto es, puede que le moleste algo, pero nunca nos ha dejado botados. Son daños menores que en Yopal se repararon sin mayores problemas. La otra, la Ford Explorer Trac, era un poco mas nueva (siempre he dicho que esa es la mejor marca de vehículo para emprender viajes: «Nueva») y realmente no molestó para nada.
En Yopal, el Hotel Estelar nos esperaba otra vez con todas sus atenciones y comodidades. Sin duda alguna, cada uno de nosotros lo disfrutó al 100% , pues el cansancio de los 8 días de viaje se empiezan a sentir en el cuerpo. Es un poco penoso llegar a un lugar así con el polvo y el mugre de tantos kilómetros de offroad. Y se agradece mucho la comprensión.

El regreso lo realizamos por asfalto, directamente por Pajarito a Sogamoso. No puede faltar, ésto ya es costumbre, una reconstituyente picada en «El Manicomio» llegando a Duitama. Recomendación: la carne de cerdo. Es la mas rica que se pueda encontrar en la región.
Y si a ésto se le suman los 150 kms de doble calzada monótona, el último tramo es una lucha contra el sueño… Alguien se ha dormido manejando moto? Pero en fin, afortunadamente llegamos todos bien y listos para programar la próxima aventura.
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Algunas palabras llaneras que nos fueron contando por el camino Daniel y Juanita y otras que seguimos aprendiendo
CACHICAMO O QUIMBO armadillo
CHIGÜIRO O JAMOCO
Excelente crónica Gonzalo! Imposible no recordar el primer viaje al Tuparro. Buenísimas las fotos de los aguardienticos en el río y de la culebra a mitad de la carretera. Saludos!
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Excelente narrativa y descripcion de la rodada….que pesar no haber podido ir…….muchas gracias Gonzalo por compartirnos sus buenas cronicas.
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Felicitaciones Gonza. Qué buenas crónicas, dan ganas de salir pal Llano!
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Don Gonzalo, no sabe lo que he disfrutado la lectura, en dos partes, de este fabuloso viaje. Inevitable traer a mi memoria rutas muy similares en los llanos de mi Venezuela, con los ríos, los corocoros (que no son los machos de las corocoras colombianas, sus parientes, las comidas de nuestros llaneros, tan típicas como las de allá; los paisajes, en fin, sentí que viajaba con ustedes disfrutando cada palmo del recorrido, hasta el durmiente tramo fina antes de legar a casa.
Como le he comentado en varias ocasiones anteriores, albergo la esperanza de ir a Colombia pronto y poder hacer con usted y sus amigos motociclistas un viaje de esos que ustedes hacen en tan bello y acogedor país, ya también cuna de un muy querido nieto mío bogotano.
Un abrazo y ya a la espera del próximo deliciosos relato de otra aventura en moto.
Francisco Sanz Brandt
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Raspando los últimos granos del cucayo de arroz con coco, leyendo sus bien acotadas lineas, y repasando fotos de amigos, se pasa bien. Gracias por ayudarme.
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Excelente, yo vivo acá en Puerto Carreño, venía en una camioneta por la carretera el día que pasaron de Primavera a Puerto Carreño. Hubiera sabido que eran ustedes los habría buscado al llegar, a ver en que podía colaborarles. Me parece muy bien que visiten nuestro hermoso municipio, pero sobretodo que hagan este tipo de crónicas para que mas gente se anime a visitarnos. De verdad muchas gracias. Cualquier cosa que se les ofrezca con mucho gusto. JUAN SANTANA 313 3907425.
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Juan, muchas gracias por su nota. Es agradable ver que en la misma tierra del Vichada se leen las crónicas que escribimos. Seguramente lo contactaremos en la próxima visita, que esperamos sea pronto. Gonzalo
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Espectacular la ruta, que envidia nos das 🙂
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Gonzalo, de nuevo agradecido por poder hacer este viaje con ustedes, virtualmente. Es que la narración sencillamente lo va haciendo a uno partícipe y sentirse va ahí en la moto, rodando y viendo tales maravillas.
En esta ocasión leí además con atención ese “diccionario” de los llaneros colombianos que en mucho se parece al de los venezolanos. Y una palabra en especial la traigo a colación porque sé su verdadero origen, que, por esas cosas de la vida, no es originaria de nuestros llanos ni llaneros: “coroto”.
El origen de esa palabra se da en Caracas, Venezuela a fines del siglo XIX. En los años 1860 y tantos gobernaba Antonio Guzmán Blanco, casado con doña Ana Teresa Ibarra de Guzmán. Ambos estaban muy influidos por el arte, usos y costumbres francesas, tanto así que hay varios edificios públicos en Caracad, ordenados construir por Guzmán Blanco, con arquitectura, detalles y mobiliario francéses.
En la casa de los señores Guzmán Ibarra habían obras de arte muy finas, entre ellas un cuadro del pintor Corot, al que Doña Ana Teresa le dispensaba especial afecto y cuidados, al punto que cada vez que la servidumbre procedía a limpiar, ella les indicaba “tengan cuidado con el Corot, cuidado con el corot…” por lo que se escuchó a una de las mucamas decirle a otra nueva que en la casa habìa que tener cuidado con ese “coroto”, como sinónimo de objeto delicado.
De nuevo Gonzalo, queda en mi mente y corazón el deseo de volver a Colombia con mi moto para compartir alguna aventura con ustedes.
Un abrazo y gracias.
Francisco Sanz Brandt
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