Una mala decisión

Reportaje de Gonzalo Bueno

Como avanzamos más de lo previsto en la jornada anterior llegando a Tupiza, estábamos metalizados para una etapa «relax», según mis cálculos e informes de Google maps, de 138 kms, en asfalto. Así las cosas, podríamos entrar al Salar, visitar con mucho tiempo sus pocos recovecos y escoger un hotel de sal dentro (hay varias ofertas) ó regresar a Uyuni y buscar un hospedaje en el pueblo. Al hotel de Tupiza había llegado un grupo de 9 motos, argentino, tipo endureros, a quienes habíamos adelantado en el camino. No eran motos grandes, más bien la mayoría de 650cc: Kawasaki KLR, Sertao BMW, Honda Transalp y un par de BMW 800GS. Hablamos poco y vimos que teníamos más o menos la misma ruta para los días siguientes.

Optimismo al iniciar
Optimismo al iniciar

Nosotros salimos más temprano, pues esa organizada en grupos grandes es un camello, más las respectivas lubricadas de cadena, que siempre quitan tiempo. Como nuestra nave NO usa esas pendejadas, no tiene cadena sino transmisión directa, los miramos por encima del hombro y nos fuimos. La carretera espléndida, recién asfaltada… El clima de un frío agradable, de 12*C. Puse música y dejé el GPS en la pantalla de canciones, motivo por el cual no ví un desvío que deberíamos hacer. Unos 15 kms adelante, al llegar a un peaje, notamos la equivocación. Primero le preguntamos a un señor, que nos confirmó el error y nos dijo el sitio exacto donde debíamos haber desviado. (Había un retén del ejército ahí). Dimos la vuelta resignados, pero al explicarle al del peaje la situación para que no nos cobrara dos veces, el tipo nos dice que era mejor directo, como veníamos, pues el tal desvío era carretera de tierra. Seguir directo era ir hasta Potosí, 4 horas aprox. y de ahí a Uyuni 3 horas mas. Total 550 kms. Como decía, yo estaba muy metalizado para una etapa de relajación mucho más corta. Hice cuentas en la cabeza y ciento treinta y pico de carretera de tierra no es tan grave…

Decidimos devolvernos y tomar el destapado. Bueno, debo decir que decidí yo solo, pues Gaba como siempre me dijo: «Yo confío en tí, tu eres el navegante»…. Mala decisión !!!! Tanto la mía como la de ella, por confiada.

Para comenzar, al llegar al desvío los ciento treinta y pico kms se convirtieron en 210 kms como por arte de magia, segun aviso a la entrada. Mierda, eso esta muy lejos pero en fin, ya está tomada la decisión y por ahí nos metimos. Al inicio se va subiendo y subiendo hasta los 4.000 msnm como está casi todo el altiplano boliviano. Veníamos haciéndolo, casi imperceptiblemente desde Salta, pues la frontera, sin uno darse cuenta, pues no hay subidas pronunciadas, esta ya sobre los 3.000. Y los paisaje y el colorido es muy bello. Las vicuñas adornan el paso con su elegancia.

Vicuñas en el camino
Vicuñas en el camino

El piso de tierra inicial presenta unos serruchos afilados, un «rizado» como decimos en Colombia, rompe muelles y rompe suspensiones, espantoso. Pero uno siempre va con la esperanza de que sólo sea un trecho, pues a veces, por trayectos muy cortos, se mejoraba, creaba esas falsas expectativas, pero nada. Siempre volvía el rizado y así es hasta Uyuni. La vibración hace que uno se detenga a menudo, para estirar músculos y huesos, o por lo menos a esperar que le pase el hormigueo generalizado que tiene en todo el cuerpo.

Altiplano Boliviano
Altiplano Boliviano

Los vientos se empezaban a poner cada vez más fuertes, fácilmente eran de 65 a 75 km/hr, empujando la moto y a sus pasajeros a la cuneta. Esa fuerza permanente para sostenerla en su lugar, también cansa mucho a ambos, piloto y copiloto. Y con la altura se va poniendo el paisaje más de desierto seco que de Páramo húmedo. De la tierra sale el Dedo del Diablo diciendo, se lo advertí, carajo !!

El dedo del Diablo
El dedo del Diablo

Hasta las dos de la tarde íbamos muy bien, haciendo cuentas de lo que llevábamos y concluyendo que iba a ser un poco más demorado y cansativo el destapado, que el asfalto. La humedad es del 10%, es decir, más seco imposible. Y de los desiertos y los vientos empiezan a surgir en la tarde unas tormentas de arena que no dejaban ver a más de 50 o 100 metros. Es un polvillo de arena, muy fino, que se cuela por donde sea. Se empieza a sentir en las narices, en los ojos, en las muelas. Avanzábamos muy lentamente y 3 de los pilotos argentinos nos alcanzaron y pasaron. Yo llegué a pensar que los otros no fueron tan idiotas como nosotros, de meterse por ahí. Y me daba envidia, de la mala, pensar que estuvieran echando asfalto a 100 kms/h tranquilos…. Cruzamos el pueblo de Atocha, escenario perfecto para una película de vaqueros del viejo oeste americano. Calles abandonadas, no se ve un alma caminando por ahí, no hay a la vista un lugar donde tomarse un refresco. Deben existir, con seguridad, pero están cerrados para que no se les meta el viento y la arena.

Atocha - Bolivia
Atocha – Bolivia

Nos faltaban sólo 50 kms para llegar y comenzó el karma. Sobre la carretera de tierra, con sus permanentes rizados, comenzaron a formarse unos arenales enormes que en más de una ocasión hacían que la carretera se diluyera en el paisaje, es decir no se sabía por donde iba. Como es frecuente esta situación, colocan unos postes con rayas rojas para indicarlo (como se observa en las carreteras de mucha nieve). Al principio todo fue un poco folklórico y tomamos las cosas con buen ánimo, divirtiéndonos en las resbaladas, pues eran obstáculos cortos y relativamente fáciles de librar.

Video Arenales

Pero los obstáculos se iban complicando poco a poco y meterse en esos arenales es desgastante. Gaba tenía que bajarse a caminarlos, muchas veces empujando y yo me dedicaba a sufrir para no irme al piso. Aunque no era grave caerse, pues es a muy baja velocidad y la arena es un súper colchón blando. Encontramos por ejemplo, una camioneta tipo van, que venia en sentido contrario por la «mejor huella», con seis tipos empujándola y abriendo camino con palas. Buena herramienta que despues nos dimos cuenta que todo vehículo, menos las motos, llevan. El tráfico es casi nulo, es de encontrar a alguien cada media hora, o algo así. Me bajé desde antes de entrar a este particular arenal, para revisar si había otras posibilidades para pasar nosotros. Como no se veían, me puse a ayudarlos en la empujada. No se imaginan lo que es hacer un esfuerzo, por sencillo que sea, en esas alturas. El ahogo y la falta de oxígeno es total. Pero sirvió, pues dado que como ellos no avanzaban ni medio metro en cada sesión de empuje, les propuse que mejor pasáramos mi moto antes de que se fueran, porque después yo solo con La Negra no era capaz. Dicho y hecho, con la ayuda de tres de ellos, Gaba descansó por una ésta vez de la empujada, en el arenal más difícil y largo.

Ya iban a dar las 4:PM, nos faltaban sólo 35 kms de serrucho y en teoría ya no había más arenales, según nos decían los que iban en la van. Sin embargo, quedaba uno, cortico y más o menos fácil, comparados con los otros. Pero los vientos fuertes con arena en torbellinos, continuaban implacables. Entré al arenal, sin Gaba, con algo de impulso y en la mitad del mismo, plufff. La moto no respondía más. Gaba empujaba con fuerza, pero ni se movía. Estaba muy raro. Me di cuenta que la llanta trasera no giraba. Metía el embrague, colocaba primera y al soltar el «clutch» nanay cucas !! No giraba, ni patinaba levantando un chorro de arena como venía haciendo antes. Adicionalmente era imposible moverla; estaba en una subida no muy fuerte y clavada en la arena. Se sostenía sola, sin necesidad de colocarla en el soporte (la pata) con la cual uno la recuesta de lado. Esta moto sin la ayuda de su motor, cargada de equipaje, es un peso-muerto de más de 400 kilos inmanejable. Calculen con arena y en subida….

Nota: No hay fotos de estos pasos, pues sacar la cámara era condenarla al daño. Con los pocos usos que se le dio, al día siguiente no abría el lente, estaba medio trabada con la arena. Sorry.

Un buen rato después pasó una camioneta de doble cabina. Con tres tipos más logramos empujarla y sacarla de la arena.
Había un cuarto hombre, japonés, el gran jefe, que ni se bajaba del carro. Era un personaje importante de una de las múltiples minas de minerales de la región. Negocié con el chofer para que me llevara hasta Uyuni, sólo faltaban 35 kms !! Tocaba negociar con el patrón, pero el tipo solo hablaba por señas, pues poco inglés y poco español tenía. La vaina era que la camioneta estaba nuevecita y no querían dañar el forro plástico que le ponen al platón. En resumen, conseguí que el mudo aprobara a regañadientes, pusimos la camioneta contra un morro y con impulso la metimos al platón; como quedaba algo salida y apoyada en la tapa trasera, el mudo nos mandó bajarla !! Yo trataba de convencerlo a señas y a su chofer boliviano le rogaba que no me dejara tirado en ese desierto deshabitado. Y me dejaron… Como gran vaina llevaron a Gaba hasta Uyuni para que consiguiera un camión y volviera a rescatarme.

Y ahí me quedé, en medio de la nada, esperando el regreso de La Negra y meditando en todo. No podía ni sentarme en el piso, pues ahí el revuelo del polvo de la arena es mayor y aún con casco (no me lo quité ni un minuto) se me metía a la boca, en las narices, etc. No me podía sentar en la moto sino de espaldas, por la dirección del viento. No tenía ánimo ni fuerzas para ponerme a darle la vuelta. Cada veinte minutos o cada media hora pasaba un vehículo. En general se trata de camionetas Land Cruzier, toyotas burbujas y similares con grupos de extranjeros turistas, mochileros con carpas, morrales y toda clase de vainas amarradas en las parrillas del techo. Con ellos un corto saludo y un pulgar hacia arriba indicando que estaba todo bien («ala, divinamente, mi chino») pues ni bajaban la ventanilla por la tormenta. Y también empezaron a pasar las motos argentinas, por grupos de tres. Igual de tarados que nosotros! Se vinieron por aqui. Me contaron que otra BMW 800 GS había sacado la mano, con similares síntomas y se quedó en Atocha esperando un tren que los sacara de ahí, moto y piloto. Con ellos igual, no había nada en lo que me pudieran ayudar, pulgar pa’ arriba y Chao!

Pero la tarde iba cayendo, la temperatura bajando y Gaba nada que llegaba. A pesar del ventarrón decidí abrigarme más. Y descubrí que la tormenta además es una ladrona irredimible. Los guantes que al igual que el casco no eran de quitarse por nada del mundo, casi se los lleva en un segundo. Abrí una de las maletas para buscar el abrigo y todo se quería ir a la mierda!! Alcanzó a llevarse unos trapitos de limpiar las botas, pero insistí en esa pelea y con un esfuerzo tenaz conseguí ponerme abrigo debajo de la chaqueta. Pensé mucho en la situación, el sentimiento de pelea firme contra la naturaleza, como un naufrago en medio del mar ó como los alpinistas escalando en condiciones difíciles. Un rato despues el viento comenzó a bajar y la visibilidad que por momentos fue casi nula, de menos de 50 mts mejoró notablemente. Ya se veia de nuevo el sol cayendo en el horizonte, anocheciendo. Llevaba ya tres horas en ese sitio, parado al lado de la moto, dando cortas caminadas a su alrededor y apareció un camión yendo para Uyuni. El conductor, muy amable conmigo, me decía: «Amigo, Ud. no se puede quedar acá. El frío mata la gente». Yo le explicaba que Gaba tendría que volver ya pronto. Pero el hombre me decía que era muy difícil que ella consiguiera vehículo para el rescate. Que lo mejor era subirla a su camión.

El hombre venía en una volqueta Volvo, de 12 toneladas, grande y ALTA como ella sola. Con una buena carga de leña. Para mi era absolutamente imposible pensar en subirla entre los dos. Varias veces le dije que le agradecía mucho, que podía seguir, pero al hombre no se le veía ningún afán, sólo quería seguir conversando para pensar en una solución. Como ya era de noche, vimos unas luces aproximándose. Esa tiene que ser mi esposa, le dije. No, eso es un carro, me decía él.
Pero era difícil de entender como tres horas después Gaba no aparecía. Si sólo eran 35 kms !!

Efectivamente era un carro, paró un poco retirado, como con desconfianza y en medio de la noche salió Gaba a abrazarme. Estaba congestionada, asustada y muy preocupada. No hubo camión por ningún lado y con mucha dificultad, pues inicialmente no queria meterse por ahi, consiguió que este taxi la trajera para recogerme. Venía con don Cleto, un personaje con quien hicimos una corta amistad pues finalmente fue muy servicial, paciente y atento con nosotros. Pensaba ella dejar la moto tirada en el desierto, varada como estaba y volver al día siguiente si es que encontrábamos camión y a ver si es que tambien encontrábamos moto… No había de otra.

Pero como teníamos el camión de la leña, como caído del cielo, le aceptamos la oferta del conductor del Volvo, mi Tocayo Gonzalo y con la dificultad más grande que Uds. puedan imaginar, desde un barranco de arena la encaramamos entre los cuatro. La forma brutal de hacer fuerza y empujar del boliviano rural es la misma de nuestros campesinos, en todas partes. Si eso hay que meterlo a la fuerza, a la fuerza se mete! Y así acabó la motico, metida entre la leña. La foto de abajo corresponde al día siguiente. Inicialmente iba parada bien, la amarramos por todos lados, pero en la hora y media de viaje, en el Volvo, con esos mentados 35 kms de huecos y rizados, la hicieron romper sus lazos y cadenas para acostarse a descansar…

Así amaneció la moto
Así amaneció la moto

A


27 respuestas a “Una mala decisión

  1. Opita: Primero que todo «APLAUSOS Y URRAS», para la Sra. Gabriela: Se graduó con honores como Partner aventurera. Sé lo que pasarón. De otro lado, es de conocimiento público que te encantan estas excursiones todoterreno y tienes la sabiduria, la experiencia y la suerte de un gran «rimulero», para sacarlas adelante. Aunque ya pasó la «horrible noche» que siempre hay en un viaje trotamundero, has echo un hermoso recorrido. !Buena suerte para el resto del camino¡

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  2. ¡Qué maravilla de relato! Se lo he leído en voz alta a Gustavo, mi pareja, y lo hemos sufrido y gozado, obviamente, dado el privilegio de no haber estado ahí
    sino leído la crónica. Eres un rolo empedernido, pero una delicia tu escritura, Gonza.

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    1. Gracias, María. Este comentario, viniendo de alguien como tu, que realmente maneja el idioma y la poesía, es muy halagador. Yo solo lo hago por divertirme contando estas experiencias. Un abrazo.

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  3. Mis respetos!!!!!!y que berracos y como dice Raul «APLAUSOS Y URRAS», queda en continuará……….quedo pendiente del próximo capítulo.

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  4. Gonzalo y Gabriela…..después de lo bueno, y lo malo del paseo, como en las películas de vaqueros llego lo feo… leyendo la crónica del naufrago en la arena, he vivido toda la angustia y la odisea por la que tuvieron que pasar. Afortunadamente no nos están narrando un «accidente» con heridos. Que bueno que ya paso. No se olviden del Ángel de la Guarda y de tantos otros personajes…..de todas maneras desde acá los seguimos encomendando con muchas oraciones. Arturo

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    1. Gracias a sus rezos don Arturo en esas circunstancias angustiosas uno sabe que todo se resolverá bien. Estamos en su tierra querida de tantos años y lo hemos pensado mucho.

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  5. Gonza y Gaba, impresionante relato y los felicito por ese trabajo en equipo. Espero que vuelvan a confiar en su GPS y no en la respuesta del primero que contesta. De la experiencia podemos sacar….arena.

    Un abrazo

    NSG

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  6. Que buena experiencia, eso es viajar en moto. Lástima que la Negra desaprovecho tremenda oportunidad. Tranquilo Gonza, la BMW es muy delicada para terrenos como el que indicas , esa experiencia fortalece los recuerdos gracias a dios no les paso nada un gran abrazo amigos

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  7. Estimado gonza esa negra es una berraca espero que en esos pueblos de Bolivia la moto la puedan arreglar
    les mando un fuerte abrazo y seguiré las crónicas
    saludos
    Andres Vargas

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  8. Negrita y Gonsita siento este mal momento que sabiendo es del cajón de solucionarles como dice mi hermanito Mauro…que minutos angustiosos de espera y de búsqueda de ayuda!!!!! Y como dicen púa POR ESO LOS ADMIRO!!!!! Un beso grande para los dos y estoy MUY orgullosa de mi tocañita y de mi primo preferido jajaja!! Ojalá todo se solucione rápido y lo mejor !!!

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  9. Negrita y Gonza: Solo espero que esten bien y que se resuelva lo de la barada lo mas pronto posible,sigo pendiente de esas deliciosas cronicas que nos alimentan el espiritu de Marco polo que todos tenemos por dentro.

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  10. Otra vez, el mismo sentimiento de envidia me embarga, quisiera estar en su lugar, donde cambia totalmente la visión de la vida, le das prioridades a cosas que antes no te debas por agradecer, tan solo las das por sentado, como un techo, un abrigo, una buena compañía, una buena bocanada de aire limpio. Envio un enorme abrazo

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  11. HOLA GONZALO , BUENO ME ENCANTAN TUS AVENTURAS.
    EXCELENTE CRONICA . TENGO ENTENDIDO QUE EN BOLIVIA NO HAY BUENA CARRETERAS , NI SIQUIERA DESTAPADAS . ESTAREMOS ATENTOS A TUS CRONICAS , UN ABRAZO ,ANTONIO

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  12. Hola Gonza. Venía juicioso leyendo las crónicas, pero me atrasé y solo hasta hoy volví a retomar, encontrándome con semejante historia!
    Que bueno que ya en este momento todo es una muy buena historia, y ya está superada. Un abrazo para los dos y sigan adelante.

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  13. Amigo… Pareciera que estuvieses contando nuestra historia nos pasó igual, que grato encontrar esto aquí… Para nosotrosla diferencia en la historia es que nos toco en invierno y con una moto jodiendo por inyección por esa gasolina cochina de bolivia además unboliviano recogió a mi mujer en una 4×4 y nos de volvimos a Tupiza faltando los mismos 35kmcomo 10 horas de sufrimiento aguantando frío y lluvia al otro día arregle la moto en Tupiza y bajamos a Uyuni por potosi

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