Reportaje de Pedro Sosnitsky
Sapa-Lao Cai 40 KM
La nochecita fue tenaz por el frío dentro del cuarto. Aún con manta eléctrica y calentador estábamos congelados, pero el verdadero espíritu aventurero fue medido en el aguante de los golpes que empezaron a sonar a las 4 AM. Llamamos a la recepción y muy sorprendida la niña con sus tres palabras de inglés quedó en averiguar de que se trataba. No era difícil. Nuestro cuarto queda debajo de la cocina y a esa hora, me imagino, empiezan a amasar los noodles….no fue posible obtener respuesta diferente a “I will chek with my collegue…”
Así que madrugamos bueno…
Recomendación de viajeros: no quedarse en un cuarto al lado de la cocina en ningún hotel Vietnamita. Los gallos empiezan a cantar a las 2 AM y los cocineros a trabajar a las 4 AM.
El desayuno estaba casi incomible, como de costumbre, así que decidimos ir a la cafetería en que estuvimos el día anterior. Caminamos por la callecita atestada de H Mong y Red Doz que a coro suenan “Buy this from me…” Esta frase se convierte casi en una música de fondo. Dicha por todas las personas en el mismo tono casi implorante, una voz suave y una sonrisa amable siguen a cada turista en procesión. Pueden caminar con uno por dos o tres cuadras, detenerse donde uno se detiene y repetir la misma frase cientos, miles, cientos de miles de veces…Cargando en sus espaldas un canasto de bambú o en su defecto un bebé que se balancea igual que el canasto. Estas mujeres tienen una expresión triste en sus rostros que se borra cada vez que sonríen y muestran algún diente de oro. Caminamos por el mercado mañanero entre la niebla que mantiene oculto todo lo que esta a mas de un metro y le da un encanto muy especial. Uno nunca sabe que hay mas adelante.
Al rato apareció por la calle Mr. Pink, quien se había desaparecido como todas las mañanas, pero esta vez con nuestros pasaportes y eso nos tenía un poco nerviosos. En el hotel decían que no estaba y no dábamos con él.
Bueno, la cuestión es que empezó a despejarse la niebla y ya era posible ver a dos metros así que a prender motores y nos fuimos a conocer una aldea Hmong que queda a 4 Km de Sapa. El camino de barro casi nos manda al piso …pero solo casi. El cursito si sirvió!!!
Pink rozó el piso pero tampoco se cayó.
Dejamos la moto a la entrada de la aldea (en la que cobran entrada, dicho sea de paso) y al trekking…Es una ladera pronunciada, con casuchas de madera al lado de las terrazas en las que se cultiva arroz, con un trazado geométrico digno de las maquetas de los estudiantes de diseño. Son perfectas!!
La mayoría de estas chozas tiene un puestico de venta de artesanías y realmente se baja un montón. Pensar en la subida daba escalofríos!!!
Niños sucios, descalzos, con los mocos chorreando, mientras juegan con cualquier cosa al lado de las gallinas y los marranos, una pobreza incomprensible al lado del anuncio que muestra a una niña Hmong sentada frente a un computador y que según nos traduce Mr.Pink dice que no deben tener mas de un hijo para poder brindarle educación.}
Sin embargo esta plagado de embarazadas y niños pequeños que cuelgan de la espalda de sus mamás. Por una razón o por otra la espalda de estas mujeres siempre tiene algo colgado. Cestas de bambú, arrume de yerbas, troncos, baldes, etc etc… Y por supuesto bebés. Por el camino por el que vamos, suben las mujeres llevando esas pesadas cargas, sonriendo a nuestro encuentro y nosotros pensamos que no somos capaces de cargar ni con nuestro propio cuerpo. El camino esta empedrado (me imagino que para facilitarle el desplazamiento a los turistas porque el acceso a cada casucha es de barro). Un barro grasiento, de ese que cuando se pega es imposible de sacar y que parece ser la base en la que se siembra el arroz.
En la parte mas baja de la aldea hay un cascada que los franceses aprovecharon en épocas de la colonia para instalar un generador eléctrico y que aun hoy se usa para ese fin. Algo dejaron ….
La subida estuvo tenaz, como se preveía. El corazón a mil en la escalada, pero al fin llegamos hasta donde dejamos las motos y de allí nos regresamos al pueblo. Un almuerzo ligero y los 40 kilómetros de niebla que nos faltan para llegar a Lao Cai. Un pueblo fronterizo con China sin ningún encanto. Solo la estación del tren y los miles de lustrabotas o mejor dicho lava-botas que esperan cada busecito de turistas para ofrecer sus servicios. Como llegamos temprano y éramos los últimos se convirtieron en un enjambre que nos perseguía a cada momento. Cargan en su cajoncito varias chanclas que el cliente se pone mientras ellos le hacen en cuclillas el mantenimiento a los zapatos. Las chanclas que alguna vez fueron azules están tan mugrientas como las manos de esta pobre gente que no balbucea ni una palabra en ingles.
Solo al rato, con la llegada de los buses a la plazoleta frente a la estación, caí en la cuenta que todo el mundo llega con los zapatos tenis o botas vueltos nada de barro. El plan en Sapa es el “trekking” para visitar las aldeas de las tribus cercanas y el servicio de limpieza de zapatos es de un éxito total. De allí tantos limpiabotas, que al comienzo no entendía porque se dedicaban todos al mismo oficio.
Compramos unas galletitas, nos encontramos con nuestros amigos alemanes y a las 7 PM nos montamos en el tren. Un compartimento de dos camas, en un tren viejo medio destruido como casi todo, pero bastante limpio.
Nos armamos nuestra cena con las galletitas, atún y un par de whiskys y a dormir.
El viaje a Hanoi estuvo muy bien, llegamos a las 4.30 y de allí en un taxi al hotel donde ahora escribo el final de esta crónica.
Un viaje que sin duda deja un gran aprendizaje. Mas desde lo cultural, de la experiencia de compartir con una gente tan diferente a la nuestra y sin embargo tan cercana en cuanto a la expresión de sus afectos.
Desde el punto de vista estrictamente motociclístico la cosa es diferente. Estamos acostumbrados a la recreación y a la aventura del viaje en moto. Aquí no es eso lo que se vive.
La experiencia en moto es un paseo a 30 Km/h en unas carreteras en mal estado, cuya única ventaja es poder llegar a lugares muy poco accesibles por otros medios. Por ningún motivo diferente a que la moto es el medio de transporte por excelencia aquí, el que usan millones de vietnamitas y con el que uno se vuelve uno mas entre ellos, ves la vida desde el mismo punto que la ven la mayoría de ellos, sentís el olor del humo de los braseros (que es el olor característico de este país), andas en el vehículo mas rápido, efectivo y práctico.
Ningún otro va mas rápido en la carretera, ninguno pasa con mas facilidad los obstáculos, ninguno es mas cercano a la cultura cotidiana de este país. En fin, eso es lo que motivó hacer este viaje en esta forma y es, sin duda, la importancia de andar en moto en Vietnam.
Buen día Don Pedro.
Que buena aventura, espero que todo marche muy bien, y sin contratiempos y si ocurren serán parte de la aventura, hasta ahora estoy viendo sus comentarios, pues no habia entrado al blog, los seguiré revisando y los seguiré saludando, ánimo y adelante! saludos a Doña Juanita, un fuerte abrazo para los dos.
Best regards………..EDGAR GÓMEZ
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